Deseo traer delante de vosotros una muestra pequeña de una realidad de la que no se habla, incluso entre nosotros los cristianos: La vida eremítica, ermitaña, anacoreta. pero ¿existen hoy en pleno siglo XXI ermitaños? Sí, el Señor sigue llamando a algunos al "desierto"; poner sobre el celemín esta luz, nos hará bien, al ver como no son pocos los que sujetan sus pasiones,para entregar todo su cuerpo y mente a Cristo
Cuando alguien ha comprendido que lo que le ofrece el mundo es transitorio, que aquello a lo que se aferraba no puede darle la saciedad; cuando la muerte se le ha hecho presente como el inevitable destino de esta vida; y de algún modo, cuando no puede ya volver a ilusionarse… es muy posible que atraviese una etapa de depresión.
Pero es un paso necesario si se da por los motivos antedichos. Es una desilusión. Y es muy bueno desilusionarse si es que uno va avanzando hacia lo real. La finitud de esta vida es real. La transitoriedad de todas las cosas y logros, es real. Pero esa depresión puede ser el paso previo a la vida espiritual. Si el que la sufre se abre a la experiencia de Dios en el propio corazón, que nace necesariamente y como primer paso de la fe. Pero para abrirse a Cristo, hace falta desasirse de todo lo fugaz e ir al "desierto" a llenarse de Él. Algunos, aún hoy, toman ese "desierto"en el sentido más radical, para elevar sus oraciones ,uniéndolas con los méritos de nuestro Señor y colaborar con su humildad en la salvación el mundo.
veamos un pequeño retablo de ejemplos
«La Iglesia reconoce la vida eremítica o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del mundo. Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u otro vínculo sagrado, en manos del obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la dirección de este». (CIC 603)
Durante los siglos X-XIII, se dio un florecer de la vida eremítica, tendencia que siempre ha estado presente en la Iglesia aunque con diversa intensidad. Podemos establecer cuatro grandes grupos relacionados con el eremitismo:
a) Eremitismo monástico: En algunos monasterios, bien sea de Benedictinos o Cistercienses, después de haberse el monje ejercitado en la vida comunitaria, se tiene la posibilidad de entregarse a la vida eremítica en soledad y oración sin dejar de estar sometido a la obediencia del Abad y a la estabilidad de lugar en que profesó.
b) Eremitismo independiente: Son aquellos eremitas que no están vinculados a ninguna institución monástica, ni profesan Regla alguna. Es actual el fenómeno del eremitismo urbano. Éstos están sujetos a la jurisdicción del Obispo correspondiente.
c) Reclusos: Es la forma de eremitismo más severa. El eremita vive recluido en su celda de la que no sale jamás, incluso llegando a emparedarse en ella. En estas celdas tenían una pequeña ventana por donde seguían los Oficios Litúrgicos y recibían el escaso alimento.
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