24 junio 2013

SAN PELAYO NIÑO MARTIR 26 DE JUNIO

En estos tiempos en que la moral de la sociedad está siendo confundida por medios de comunicación y políticos interesados en una "sociedad diferente" donde la ley natural y la divina no cuenten, sino sólo el capricho del deseo humano, aunque sea aberrante y destructivo.  Surge la fiesta de hoy, del adolescente  San Pelayo, ejemplo de convicciones y valores cristianos y con una fe y un valor a toda prueba que le llevaron a un martirio glorioso que llama a la renovación de la moral y de la vida cristiana de hoy.              Pelayo (o Paio), nació en Galicia en la actual diócesis de Tui-Vigo en el año 911, probablemente en la parroquia de Albeos. El cual confesando la fe católica, por órden de Abderramán, rey de los sarracenos, fue despedazado miembro por miembro con unas tenazas de hierro, consumando así gloriosamente su martirio.
Eran los duros tiempos en los que España sentía sobre si el duro peso de la dominación musulmana, que tan poco aprecio siente por la virtud de la castidad. Y, de en medio de este mundo, Dios iba a elegir para si la flor pura del alma de Pelayo, cuando apenas si se había abierto a la vida.
Junto con su tío, el obispo de Tui Hermigio fue apresado y llevado a Córdoba a raíz de la batalla de Valdejunquera, del año 920, permanece como rehén a fin de facilitar la liberación de su ilustre tío que a su retorno a Galicia debía conseguir una fuerte suma convenida.
Allí, el califa se sintió torpemente atraído por la esbelta figura del muchacho de catorce años, horrorizado éste más por la monstruosidad de la proposición que por los posibles castigos que supondría su negativa, antepuso el amor de Dios a las seducciones del mundo y guardó el corazón limpio. Recibió el martirio el día 26 de junio del año 925. La sangre de los mártires ha hecho germinar siempre aquella tierra que ha recibido su riego, de ahí que el cuerpo sin vida del joven Pelayo haya recibido el culto desde muy pronto con gran respuesta de gracias por su parte.
En un principio fue trasladado de Córdoba a León, pasando más tarde a Oviedo, donde recibe veneración en el monasterio de San Benito que lleva su nombre

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