12 julio 2014

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 13 DE JULIO

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se

quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: “Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del



camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era

profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y

lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.”



Comentario breve:

Las lecturas de hoy nos hablan sobre el poder transformador y dinamismo fructífero de la palabra de Dios. El profeta Isaías describe el

poder vivificante de la palabra divina afectando todo lo que toca, así como la lluvia transforma el suelo sediento, cambiando el paisaje y

haciendo todo fructífero. La imagen tomada de la naturaleza es particularmente impactante dentro de su contexto medio oriental, en una

región notada por sus desiertos y falta de lluvia. Los efectos de la temporada de lluvias en la Tierra Santa son inmediatamente sentidos y

bienvenidos. Similarmente en nuestras vidas, la palabra de Dios es capaz de saciar la sed del lodo nuestros corazones, tomando raíz en

nuestras vidas y haciéndonos fructíferos. Al recibir la palabra vivificante de Dios también nosotros podemos ser vivicantes, fructíferos. En

la lectura del evangelio Jesús emplea una imagen tomada de la agricultura para describir la palabra de Dios y el mensaje del evangelio. En la

cultura oral en que vivió y predico Jesús, sus parábolas resonaban con su audiencia, y algunas los mistificaban. Las parábolas son tomadas

del las imagines cotidianas de la naturaleza, la agricultura, el comercio, las relaciones humanas, etcétera; sin embargo, ellas inesperadamente

atrae al que las escucha fuera y mas allá de las maneras de pensar convencionales para así poder ver las cosas con nueva luz. Las parábolas

de Jesús atrae al oyente hacia otra perspectiva de la vida, y a considerar el significado más profundo de la vida. También llaman al oyente

hacia la acción y a un nuevo caminar en el camino de Dios. La parábola de hoy del ‘sembrador y la semilla’ no es excepción. A primera



vista la imagen aparenta conocida, sin embargo es empleado para comunicar un mensaje sobre la palabra de Dios y nuestra recepción de

ella. Cristo, el sembrador, viene a nuestro campo, a nuestro mundo, y generosamente proclama su evangelio del cual el mismo es su

corazón. El oyente responde de varias maneras: superficialmente (como en el caso de las semillas caídas al borde del camino),

condicionalmente (como en el caso de las que cayeron sobre rocas y crecen solamente durante tiempos favorables), parcialmente (como en

el caso de la semilla ahogada por la zarza), o completamente (como el caso de la semilla recibida por el lodo fértil). No solo estas son

diferentes respuestas a la semilla de la palabra de Dios, el evangelio, pero son también maneras en que cada uno de nosotros somos a veces

como el borde del camino, o las piedras, o la zarza, o el terreno fértil. La parábola nos llama, reta e invita a escuchar la voz de Dios, oír su

palabra, recibirla con gozo, permitirla a que tome raíz en el lodo de nuestros corazones y vidas, y con la ayuda de la gracia del Espíritu,

producir fruto abundante. Hoy, en el corazón del verano, con el sol caliente y alto, oyendo la palabra de Dios, que la recibamos con la

lluvia, que nos fertilice y, como la semilla, que genere en nosotros para que demos fruto para el reino de Dios. Hoy, entonces, es una

invitación para que las escrituras formen mas y mas parte integral de nuestras vidas, nuestra oración, nuestra meditación y estudio, y si



nuestro pensar, y estilo de vida como discípulos de Jesús y apóstoles de su evangelio. Hoy, desde la barca de la Iglesia, Cristo continúa

sembrando su evangelio en nuestros corazones; ¡que lo recibamos con gozo y demos fruto!
La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes:

La Palabra de Dios es como la lluvia que cae en la tierra sedienta de nuestro mundo y corazones. Cuando la recibimos y le



respondemos, cambia nuestro panorama y nos hace fructíferos.

Las parábolas de Jesús nos llaman a ver de nueva manera a nuestras vidas y nuestro mundo a la luz del reino de Dios y del



evangelio.

La condición de nuestro lodo (de nuestros corazones) determinara como respondemos a la palabra divina y al evangelio. Ser



tierra fructífera significa una disposición para aceptar el evangelio y responder a él decisivamente y generosamente.
 


 







 
 

¿Cómo es la Palabra de Dios como lluvia en mi vida, en la Iglesia y en el mundo?

¿Cómo he respondido a la Palabra de Dios en mi vida, y como estoy respondiendo ahora? ¿Que puedo hacer para poder dar fruto para el reino de Dios?





¿Cuáles son las maneras en que puedo más directamente incorporar las escrituras en mi vida diaria, para poder hacer la Palabra de
Dios mi  pan cotidiano?


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