
El texto nos presenta a Jesús, que habiendo oído la noticia de la muerte del Bautista a manos de Herodes (Mt 14,12), se retira a otra parte “en un lugar desierto” (Mt 14,13). Muchas veces en los texto de Mt 14, 13-21.
El texto nos presenta a Jesús, que habiendo oído la noticia de la muerte del Bautista a manos de Herodes (Mt 14,12), se retira a otra parte “en un lugar desierto” (Mt 14,13). Muchas veces en los evangelios, Jesús se nos presenta como aquél que se retira a un lugar apartado. Aunque no siempre es así, generalmente este retirarse quiere demostrar un Jesús inmerso en la oración. He aquí algunos ejemplos: “Despedida la gente, subió al monte solo, a orar. Llegada la noche Él estaba todavía solo, arriba” (Mt 1,23); “En la mañana se levantó cuando todavía estaba obscuro y salido de casa, se retiró aun lugar desierto y allá oraba” (Mc 1,35); “Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar” (Lc 5,16); “conducido por el Espíritu” Jesús se retira después de su bautismo al desierto para ser tentado por el diablo venciendo sus seducciones con la fuerza de la palabra de Dios (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13) Otras veces Jesús llama consigo a sus discípulos: “Venid a un lugar desierto y apartado y descansad un poco” (Mc 6, 30-44). En este pasaje, Jesús reza antes de la multiplicación de los panes. Los evangelios demuestran que a Jesús le gustaba orar antes de acontecimientos importantes en el curso de su ministerio, como el bautismo, la transfiguración, la pasión.

Esta vez la gente lo sigue al desierto (Mt 14,13) y Jesús siente compasión por ellos, curando a los enfermos (Mt 14,14). A veces en Jesús se asoma una compasión por los que le siguen (Mt 15,32). El Maestro se conmueve porque ellos “eran como ovejas sin pastor”(Mc 6,34). Jesús en efecto es el buen pastor que alimenta a su pueblo como ha hecho el profeta Eliseo (2 Re 4, 1-7, 42-44) y Moisés en el desierto (Ex 16; Num. 11). En el evangelio de Juan, Jesús con el discurso sobre el pan de la vida (Jn 6), explica el significado del signo de la multiplicación de los panes. Este prodigio es una preparación al pan que será dado en la Eucaristía. Los gestos realizados por Jesús antes de la multiplicación de los panes, en todos los evangelios nos recuerdan el rito de partir el pan, la eucaristía. Los gestos son: a) tomar el pan, b) alzar “los ojos al cielo”, c) pronunciar “la bendición”, d) partir el pan, e) repartir a los discípulos (Mt 14,19). Estos gestos se encuentran en la narración de la última cena de Jesús (Mt 26,26).
Todos comen y se sacian de este pan. Sobran doce cestas de los restos de pan. Jesús es aquél que sacia al pueblo elegido de Dios: Israel, compuesto por las doce tribus. Pero sacia también a los paganos en la segunda multiplicación (Mt 15,32-39), simbolizados esta vez por siete panecillos, el número de las naciones de Canaán (Act 13,19) y también el número de los diáconos elenistas (Act 6,5; 21,8) que tenían el deber de proveer a la distribución cotidiana de las mesas. La comunidad recogida en torno a Jesús, primicia del Reino de los Cielos, acoge en sí Hebreos y Gentiles, todos son llamados a aceptar la invitación de participar de la mesa con el Señor. Jesús hace ver esto incluso con su gesto de sentarse a la mesa con publicanos y pecadores y con su enseñanza en las parábolas de los banquetes, donde “muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mt 8,11; ver también Mt 2,34; Lc 14, 16-24).
- ¿Qué te ha llamado más la atención en este texto?

- ¿Cuál de los gestos de Jesús te gustan más en este texto?
- ¿Te has parado a reflexionar alguna vez sobre las emociones de Jesús? Este texto se fija en la compasión. ¿Puedes encontrar otros en los evangelios?
- ¿Qué crees que Dios quiera comunicarte con este relato sobre la multiplicación de los panes?
- Jesús provee de alimento en abundancia. ¿Te confías a la providencia del Señor? ¿Qué significa para ti confiarse a la providencia?
- ¿Alguna vez has pensado en la Eucaristía como un sentarse a la mesa con el Señor? ¿Quiénes son los invitados a esta mesa?
Salmo 78, 24-25:
Les hizo llover maná para comer,
les hizo llegar un trigo celeste;
el hombre comió pan de los Fuertes,
les mandó provisión para hartarse.
Oh Dios, que en la compasión de tu Hijo con nosotros, manifiesta tu bondad paterna, haz que el pan multiplicado de tu providencia sea partido en la caridad, y la comunión con el alimento bajado del cielo nos abra al diálogo y al servicio de los hermanos. Por Cristo nuestro Señor.

Hay otro punto aún sobre el que quisiera llamar la atención, porque en él se refleja en gran parte la autenticidad de la participación en la Eucaristía celebrada en la comunidad: se trata de su impulso para un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna. Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, que rigen con demasiada frecuencia las relaciones humanas, y afirmando de modo radical el criterio del servicio: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). [...] ¿Por qué, pues, no hacer de la Eucaristía un tiempo en que las comunidades diocesanas y parroquiales se comprometan especialmente a afrontar con generosidad fraterna alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo? Pienso en el drama del hambre que atormenta a cientos de millones de seres humanos, en las enfermedades que flagelan a los Países en desarrollo, en la soledad de los ancianos, la desazón de los parados, el trasiego de los emigrantes. Se trata de males que, si bien en diversa medida, afectan también a las regiones más opulentas. No podemos hacernos ilusiones: por el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35; Mt 25,31-46). En base a este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas.
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