Mes de junio: MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús debe ser diariamente, pero la Iglesia ha dedicado este mes de junio para celebrar su fiesta y agradarlo con devociones especiales como la novena, el triduo, rosarios, romerías, oraciones, entre otros. Pero, sobre todo, lo más importante es demostrarle nuestro amor y agradecimiento, entregándonos totalmente a Él.
Esta devoción al Sagrado Corazón existe desde los primeros tiempos de la Iglesia cuando se meditaba en el costado y el corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese corazón nació la Iglesia y por ese corazón se abrieron las puertas del Cielo.
Esta devoción al Sagrado Corazón existe desde los primeros tiempos de la Iglesia cuando se meditaba en el costado y el corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese corazón nació la Iglesia y por ese corazón se abrieron las puertas del Cielo.
Esta devoción la pidió Jesús mismo quien, en el siglo diecisiete se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y le mostró su corazón. El mismo esta rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz.
Jesús mismo le dijo a la santa: “he aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor”
Jesús mismo le dijo a la santa: “he aquí el corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor”
CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESUS
(Prescrita por el Papa Pio XI para la Fiesta de Cristo Rey)
¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser; y a fin de vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno de espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna para que no perezcan de hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos, como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron.
Conceded, ¡oh Señor!, incoluminidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud!. A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrado a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor:DE JESÚS PARA UNA GRAVE NECESIDAD | |
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ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
MES DE JUNIO
DEDICADO
AL SAGRADO CORAZÓN
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,
que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros!
Aquí nos tienes en vuestra presencia,
pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia.
Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido,
por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud.
Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes
y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y
las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente
la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias
y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el
rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas,
para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los
débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado
Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males,
auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando
con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de
Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del
mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me
ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias,
cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María.
Mira, alma mía, la profundísima humildad del Corazón de Jesús. Siendo Jesucristo Dios, y como tal
potentísimo y excelso, no le bastó hacerse Niño en las entrañas de una mujer, y nacer luego en una
cueva de animales, y trabajar más tarde en un taller, y morir, finalmente, como reo miserable en una
cruz. Aún después de su existencia mortal vive glorioso en el cielo, es verdad, “pero en la tierra vive
humillado y abatido”.
Contémplale en este Sacramento. Ha escogido para vivir entre nosotros las apariencias más modestas.
Se deja encerrar como prisionero en el fondo de nuestros pobres tabernáculos, en nuestras iglesias
mil veces desiertas y abandonadas. ¡Ah mi buen Jesús! Cómo eres Tú el mismo hoy que cuando
naciste en Belén, trabajaste en Nazareth, recorrias a pie los campos y aldeas de Judea, y morías entre
injurias y desprecios en el Calvario! No has cambiado tu condición llana y sencilla; no has dejado tus
humildes maneras, a fin de que se acerquen a Ti sin temor los pobres y pequeños, y aprendan en Ti
sencillez y humildad los vanos y orgullosos.
¡Oh! ¡humildísimo Jesús! ¡Enséñame a mí, altivo y presuntuoso que soy, esta santa virtud de la
humildad!
Medítese unos minutos.
II
Me avergüenzo y me espanto ¡oh Jesús mío! cuando doy una mirada a mi pobre corazón. Es todo
al revés del vuestro, tan sencillo y tan humilde. Está lleno de vanidad, presunción, necio orgullo, insaciable
amor propio. Busca siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y brillar, obscurecer a los
demás, hacerse superior a todos.
No son éstas las lecciones de tu humildísimo Corazón. Tú me quieres humilde para con Dios, para
con mis prójimos y para conmigo mismo.
Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando sin murmurar todas sus disposiciones,
sujetándome sin réplica a su dulce Providencia, agradeciendo como cosa suya todo lo que de
bueno haya en mí.
Para con mis prójimos, portándome como si fuese el menor de todos ellos, sufriéndolos con caridad,
tratándolos con dulzura, perdonando sus injurias, huyendo sus aplausos y alabanzas.
Para conmigo mismo, teniéndome por lo que soy, criatura miserable, indigna del polvo que piso,
del cielo que contemplo y del aire que respiro, reconociéndome infeliz pecador que sólo por la divina
compasión no ardo ya en los infiernos.
¡Corazón de Jesús humilde! Dame ese espíritu de perfecta humildad, para que consiga sentarme un
día en el trono que reseras a tu lado a los humildes como Tú.
Medítese, y pídase la gracia particular .
Deseo que pueda serviros para celebrar todo el Amor infinito de Jesús por nosotros manifestado en su Sagrado Corazón, puerta abierta a la Misericordia y la acogida: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré."
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