30 septiembre 2017

FESTIVIDAD DE LOS SANTOS ANGELES CUSTODIOS 2 DE OCTUBRE


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  Los ángeles  #328-336:
La existencia de los ángeles, una verdad de fe.
328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.
Quiénes son los ángeles
329 San Agustín dice respecto a ellos: "Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus" ("El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel"). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18, 10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal 103, 20).
330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello. Cristo "con todos sus ángeles"

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331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles... (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por y para El: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él" (Col 1, 16).
Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).
332 Desde la creación y a lo largo de toda la historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su ministerio (cf Hch 7, 53), conducen el pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús.
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: `adórenle todos los ángeles de Dios'" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios... (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel. Son también los ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor.

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Los ángeles en la vida de la Iglesia  
334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles.
335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo; invoca su asistencia (así en el "Supplices te rogamus..." ["Te pedimos humildemente..."] del Canon romano o el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querúbico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).
336 Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.


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Los Nueve Coros de ángeles. Jerarquía Desde el Seudo Dionisio (siglo VI), Padre de la Iglesia, suelen enumerarse tres jerarquías con tres coros cada una, sumando un total de nueve Coros u Ordenes Angélicos.

Primera Jerarquía (Estos ángeles de la mas alta jerarquía se dedican exclusivamente a glorificar, amar y alabar a Dios en su presencia).

Serafines, Querubines y Tronos. Segunda JerarquíaDominaciones, Virtudes y Potestades (gobiernan el espacio y las estrellas. Son los responsables del universo entero).

Tercera JerarquíaPrincipados, Arcángeles y Ángeles.
Son los que intervienen en todas nuestras necesidades; esto lo vemos también en la Biblia, cuando se nos presenta la intervención de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, vemos que directamente intervienen en la vida de los hombres, cada uno con su propia misión dada por el mismo Dios. También se les ha dado la misión de proteger naciones, ciudades e Iglesias. La visión del profeta Daniel es la que confirma esta misión. (Dn 7 y 8) El cuidado de la Iglesias se confirma con el pasaje de Ap. 1:20 cuando se refiere a los Ángeles de las siete Iglesias.
Algunos autores y Místicos, dividen a los ángeles entre asistentes al Trono Divino, y Mensajeros de Dios para cumplir diversas misiones por encargo suyo. Así por ejemplo, el Libro de Tobías tiene como personaje central al Arcángel Rafael, el cual desempeña un oficio protector admirable y nos muestra el Amor de Dios manifestado en el ministerio de los Ángeles: "Yo soy Rafael, uno de los siete Santos Ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo" (To. 12,15).
Desde la infancia a la muerte, la vida de humana esta rodeada de su custodia. "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.  CIC 336
La vida humana comienza en el momento de la concepción. Es en ese momento que Dios crea nuestra alma y se deduce que es entonces cuando se nos asigna el ángel custodio. Los ángeles custodios están encargados de velar por cada uno de nosotros, protegiéndonos de los peligros y alentando nuestra vida en Cristo. Deberíamos ser agradecidos con nuestro ángel e invocar su protección y guía.
Resultado de imagen de los santos angeles custodiosFundamentos Bíblicos:

Exodo 23, 20-23a:  Así habla el Señor: «Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti.»
Mateo 18,10: Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.
San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv, Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S. Th., I, q. 11, a. 3).
La Iglesia recomienda el recurso a su protección.
La Iglesia celebra la fiesta de los ángeles custodios desde el Siglo XVII. Fue instituida por el Papa Clemente X.
Muchos santos han dado testimonio de una bella relación con sus ángeles custodios:Sta. Francisca Romana veía a su ángel custodio
Oración
Angel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
sé que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Angel de Dios, que yo escuche
tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo
hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.
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DOMINGO XXVI T. ORDINARIO CICLO A - 1 DE OCTUBRE

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"Obras son amores…." Cuando Jesús tomó la decisión de "subir a Jerusalén" sabía muy bien sus consecuencias. Allí tendría que enfrentarse a las autoridades religiosas, los príncipes de los sacerdotes, los ancianos y escribas. Tras ser aclamado por el pueblo, consciente de cuál era su misión, realizó la "purificación del Templo", lo cual provocó la indignación de los líderes religiosos, que cuestionaban el origen de su poder, movidos por la envidia y el fanatismo. Jesús es consecuente y valiente, pero no tonto y por eso les pone en apuros cuando les cuestiona sobre el origen del bautismo de Juan. Si dicen que del cielo, ¿por qué lo condenaron?; si dicen que de los hombres ¿qué dirá el pueblo que le tenía por profeta? Al responder que no lo sabían, Jesús se defiende diciéndoles que El tampoco contestará a su perversa pregunta. Y entonces, para ponerles en evidencia, les cuenta la "parábola de los dos hijos". La conclusión es que ellos, los jefes religiosos judíos son como el segundo hijo que dijo "Voy, señor", pero no fue. Son unos palabreros que dicen y no hacen. Es decir, unos hipócritas incapaces de corroborar con los hechos lo que dicen con las palabras. En ellos no hay ni una palabra mala, ni una buena acción. Y ya dice el refrán: "Obras son amores y no buenas razones". Los publicanos y las prostitutas les precederán en el reino de los cielos, porque creyeron. Ya lo había anunciado el profeta Ezequiel: Dios acoge al pecador que "se convierte de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia", porque, como dice el salmo, su ternura y misericordia son eternas. Y todo porque el Señor es bueno y enseña su camino a los humildes. El peor pecado es el orgullo y la hipocresía.
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Cumplir la voluntad del Padre. El primer hijo, en cambio, dijo: "No quiero", pero fue. Este hizo la voluntad del padre, porque recapacitó y cambió de actitud y de comportamiento. Se parece al hijo pródigo, que se fue de casa, pero volvió. Estamos muy acostumbrados a escuchar mensajes y de tanto oírlos nos hemos vuelto escépticos, pensamos que ya no podemos hacer nada. San Agustín en el comentario de este fragmento del evangelio nos dice: "Eres cristiano, frecuentas la iglesia, escuchas la palabra de Dios y te emocionas de alegría con su lectura. Tú alabas a quien la expone, yo busco quien la cumpla. Eres cristiano, frecuentas la iglesia, amas la palabra de Dios y la escuchas de buena gana. Ve lo que te propongo, examínate al respecto, estate pendiente de ello, sube al tribunal de tu mente, ponte en presencia de ti mismo, y júzgate; y si encuentras que eres un malvado, corrígete. He aquí la propuesta". Se nos pide hoy que seamos consecuentes: la fe se demuestra con las obras. ¡Basta ya de poner disculpas!
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 Tú puedes cambiar el mundo. En cierta ocasión, un orador quería convencer a los que acudieron a escuchar su discurso, de la necesidad de colaborar y pasar a los hechos. Muchas veces había escuchado el lamento escéptico: "Pero yo... ¿qué puedo hacer?". Aquel día mandó apagar las luces del estadio en el que estaban. Cuando ya estaban todos en tinieblas preguntó: "¿Alguno podría ayudar a iluminarnos?". Todos permanecieron en silencio.... Sacó su mechero y lo encendió: "¿Veis esta luz?". Respondieron afirmativamente...... y volvió a preguntarles: "¿Nos sirve para algo?". Nuevamente el silencio..."Sacad cada uno vuestro encendedor y, cuando os dé la señal, encendedlo". El estadio se iluminó. La moraleja es muy clara. En el mundo hay muchas cosas que no están bien, que deberíamos cambiar, pero, con la excusa del "yo no puedo cambiar el mundo", no hacemos nada. El mundo, ciertamente, no lo puedes cambiar, pero sí puedes aportar tu colaboración para que mejoren los ambientes donde tú vives: la familia, la clase, tu grupo cristiano, tu trabajo.... Si así lo haces, contribuyes a mejorar nuestro mundo. No seas pasota. No vale decir "que alguien lo haga", ¿por qué no tú, por qué no ahora?
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 Debemos predicar con el ejemplo, pero ante todo tener mucha humildad. Así nos lo recuerda San Pablo en el himno cristológico de la Carta a los Filipenses. Jesús se anonadó, se despojó de su rango y se sometió a una muerte de cruz. El símbolo del cristiano significa entrega y victoria, pero en tiempo de los romanos era un signo de humillación donde se condenaba a los peores delincuentes. "Dejaos guiar por la humildad", nos dice San Pablo. Humildad viene de "humus", tierra. Se nos recomienda que recordemos nuestro origen, que "nos hagamos tierra", que nos abajemos al suelo. Si lo hacemos así, germinarán en nosotros todas las virtudes que deban adornar a un cristiano: entrañas comprensivas, unanimidad, un mismo amor y un mismo sentir, humildad, desprendimiento de los propios intereses. Nos decía san Agustín que notaremos si avanzamos en la virtud en la medida en que damos prioridad a las cosas comunes y de nuestro prójimo antes que a las nuestras. Si pasamos de los labios al corazón y de éste a las manos, daremos nuestro mejor testimonio de vida. Que lo que decimos lo sintamos y que seamos capaces de demostrarlo con nuestras obras.

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El profeta Ezequiel nos invita, en la primera lectura, a modificar nuestra manera de vivir. Siempre hay posibilidad de cambio, siempre existe la posibilidad del arrepentimiento, de mejorar la conducta, de optar por el bien. Sin embargo nosotros despreciamos a determinadas personas que se cruzan en nuestro camino, olvidando que su arrepentimiento puede ser mayor que el nuestro.
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Salmo 24 es una súplica del creyente ante una situación de angustia. Y era una oración muy frecuente entre los judíos contemporáneos de Jesús por la que pedían que el Señor les guiase por el camino justo, el de la verdad y de la justicia. Tambien a nosotros nos puede servir hoy para rectificar y recobrar la inocencia, volviendo al Padre que nos espera.
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 En la segunda lectura San Pablo nos recuerda cómo Cristo se hizo siervo y bajó hasta tocar la mayor humillación, ocupó el último puesto hasta llegar a anonadarse, marcando así el camino a sus seguidores. Sin embargo la vida común parece olvidarse de ello. Buscamos el prestigio, el ascenso, los títulos, los honores y por desgracia, a veces lo buscamos, en nombre del que arrinconó los privilegios para hacerse esclavo.
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 El evangelio de Mateo nos recuerda todas esas veces que somos fieles sólo de fachada. Somos correctos, respetamos las formas pero rechazamos una fidelidad que supone sacrificio, un compromiso hondo, una entrega por amor, una generosidad sin excepciones, una vida que grite a los demás. No nos engañemos creyendo que tenemos el Reino en posesión. Otros a los que precisamente catalogamos de irresponsables, quizá se hayan conmovido con la invitación de Cristo y hayan respondido el SÍ con su arrepentimiento. Pensemos que nunca se acaba de ser cristiano de verdad.
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29 septiembre 2017

LOS SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL GABRIEL Y RAFAEL 29 DE SEPTIEMBRE



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La palabra “Arcángel” viene del griego (archángelos). “Arcángel”, término que aparece sólo dos veces en la biblia, ambas reflejadas en el nuevo testamento.
Se compone del antiguo prefijo griego (arc), o en otra forma del prefijo (archo) significa “que gobierna, que dirige, que comanda, que lidera” + ángel que significa “mensajero”.

A partir de estas raíces, el significado dado es de “Ángel Jefe” o “Ángel Principal” según la sintaxis del idioma griego.

El culto únicamente de los tres arcángeles, Miguel, Rafael y Gabriel, fue aprobado el año 745 por el concilio de Letrán, presidido por el papa Zacarías, para defenderlo del culto de ángeles apócrifos.
Con la reforma litúrgica de 1969, se unificaron las festividades de los tres arcángeles el 29 de setiembre.
Este es el día de la dedicación de una basílica en honor de San Miguel elevada en el siglo V en la vía Salaria. 
los tres arcangeles
 

LOS ARCÁNGELES CONSTITUYEN UNO DE LOS NUEVE COROS DE ÁNGELES

Hay distintas interpretaciones según las distintas creencias en cuanto a la cantidad de arcángeles que hay y sus identidades.

Desde el Seudo Dionisio (siglo VI), Padre de la Iglesia, suelen enumerarse tres jerarquías con tres coros cada una, sumando un total de nueve Coros u Ordenes Angélicos.

 

Primera Jerarquía

Estos ángeles de la mas alta jerarquía se dedican exclusivamente a glorificar, amar y alabar a Dios en su presencia.
Serafines, Querubines y Tronos.
 

Segunda Jerarquía

Dominaciones, Virtudes y Potestades (gobiernan el espacio y las estrellas. Son los responsables del universo entero).`
 

Tercera Jerarquía

Principados, Arcángeles y Ángeles. Son los que intervienen en todas las necesidades de la raza humana.

Esto lo vemos también en la Biblia, cuando se nos presenta la intervención de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
Vemos que directamente intervienen en la vida de los hombres, cada uno con su propia misión dada por el mismo Dios.
También se les ha dado la misión de proteger naciones, ciudades e Iglesias.
La visión del profeta Daniel es la que confirma esta misión.(Dn 7 y 8)
El cuidado de la Iglesias se confirma con el pasaje de Ap. 1:20 cuando se refiere a los Ángeles de las siete Iglesias.
Algunos autores y místicos, dividen a los ángeles entre asistentes al Trono Divino, y Mensajeros de Dios para cumplir diversas misiones por encargo suyo.
Así por ejemplo, el Libro de Tobías tiene como personaje central al Arcángel Rafael,
El cual desempeña un oficio protector admirable y nos muestra el Amor de Dios manifestado en el ministerio de los Ángeles
“Yo soy Rafael, uno de los siete Santos Ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo(To. 12,15).
Dios ha encomendado a los arcángeles las misiones mas importantes en relación a los hombres.
Son guardianes de personas a quién Dios ha confiado grandes misiones
arcangeles y tobias Francesco Botticini
  

SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS HAY SIETE ARCÁNGELES

 “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que tiene entrada a la gloria del Señor” (Tb 12:15)
“Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono (Ap 1:4),
Las Sagradas Escritura mencionan el nombre de solo tres: Miguel (Ap 12:7-9), Gabriel (Lc 1:11-20; 26-38) Rafael (Tobit 12:6, 15).

Los nombres de los otros cuatro arcángeles (San Uriel, San Barachiel ó Baraquiel, San Jehudiel, Saeltiel) no aparecen en la la Biblia.

Se encuentran en libros apócrifos de Enoc, el cuarto libro de Esdras y en la literatura rabínica. 
La Iglesia reconoce los nombres que se encuentran en las Sagradas Escrituras. 
Los demás nombres pueden tenerse como referencia pero, no son doctrina de la Iglesia ya que provienen de libros que no son parte del canon de la Sagrada Escritura.
Debemos tener cuidado con otros nombres dados a los ángeles, algunos de los cuales son de origen ocultista o de la Nueva Era.
Se recomienda rezar a los Siete Santos Arcángeles.
A los arcángeles se les llama los siete magníficos:
Miguel: (Ap 12:7-9) “quien como Dios”. Venció y expulsó a Satanás del cielo.
Gabriel: (Lc 1:11-20; 26-38) “el que gobierna o mensajero de Dios”.
Rafael: (Tobit 12:6, 15) “el que cura o sana”. El arcángel cercano a los hombres para aliviarlos en su dolor y sufrimiento.
Es gozoso ver cómo en las representaciones de la Virgen María hay ángeles, sirviéndola, cuidándola y siendo vehículos de la comunicación de Dios.
arcangel miguel
 

LOS ARCÁNGELES ACOMPAÑADO A LA INMACULADA

Cada año en diciembre, se celebra hermosas conmemoraciones en honor a la Virgen María. Ella se presenta como una doncella.

Cuando se lee el Apocalipsis de San Juan, se entra en una perspectiva de muchas incógnitas. Parece ser que es indescifrable.
Pero la Iglesia siempre lo ha sabido guiar en la lectura de estos textos.
El capítulo 12 reflexiona un acontecimiento, que queda grabado en las palabras de las Sagradas Escrituras.
Por eso hemos querido recordar especialmente de la celebración de la Inmaculada Concepción, la Virgen de los Reyes que es tan importante en la historia de Guatemala y Centro América.
La puerta enorme del Templo Franciscano, se ve abarrotada de gente y en pequeños carretones, se observa salir a los ángeles.
San Miguel, San Rafael y San Gabriel arcángeles, que con sus miradas dulces trabajadas por el escultor conducen a que el pueblo vuelva la mirada a la Virgen.
“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza Apocalipsis 12, 1.
Así es representada la Virgen María en su Inmaculada Concepción,
El texto bien puede referirse a la Iglesia: las doce estrellas representan a los doce apóstoles, el sol a Cristo, la luna es el reflejo de la luz.
La mujer como iglesia debe ceñirse a los apóstoles, debe vivir para Cristo (sol) y reflejarlo (luna).

Pero el texto también nos sitúa ante la creación.
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Dios que desde siempre ha querido crear al hombre y por ese amor infinito enviar a Jesús.
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Por ello ha de crear una mujer que este vestida de Dios, lo refleje y que por los méritos del Señor viva con la totalidad de las virtudes (12 estrellas).

Entonces hemos de leer el Apocalipsis 12 interpretándola para esta ocasión con este segundo párrafo.
apocalipsis arte mariano B Facundus
Ya que los entendidos en la materia han asumido que la mujer es la Iglesia, pero también es la Virgen.
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.

 A SAN MIGUEL ARCÁNGEL
PARA PEDIR LA PROTECCIÓN DEL CIELO      


[IArcángel San Miguel. Icono]
Arcángel San Miguel


Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Angeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.



Oh glorioso San Miguel Arcángel     príncipe y caudillo de los   ejércitos      
celestiales, custodio y defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus infernales. Humildemente te rogamos, te digne librar de todo mal a los que a ti recurrimos con confianza; que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección adelantemos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados por tí, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad.
Amén.
   

[Arcángel San Gabriel. Icono]
Arcángel San Gabriel


Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Lucas 1, 26-28

ORACIÓN A SAN GABRIEL

Dios Señor nuestro, imploramos tu clemencia para que habiendo conocido tu Encarnación por el anuncio del arcángel San Gabriel, con el auxilio suyo consigamos también sus beneficios. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 
   

[Arcángel San Rafael. Icono]
Arcángel San Rafael


«Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».

Tobías 12, 15

ORACIÓN A SAN RAFAEL

Arcángel San Rafael, que dijiste: «Bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios. Practicad el bien y no tropezaréis en el mal. Buena es la oración con ayuno, y hacer limosna mejor que atesorar oro», te suplico me acompañes en todos mis caminos y me alcances gracias para seguir tus consejos.





23 septiembre 2017

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A - 24 DE SEPTIEMBRE



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En la primera lectura, el profeta Isaías nos invita a buscar al Señor, pero para ello nos habla de exigencia y "abandono". Se trata, por tanto, de buscarlo desde la conversión, abandonando nuestras seguridades, nuestros esquemas, nuestras certezas. Creyente, no es el que dice saber quien es Dios, sino el que cada día se arrodilla delante de El para preguntarle: “Señor, ¿Quién eres?” Pues sólo en presencia del Señor, se puede intuir que sus planes no son nuestros planes.
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 El salmo 144 es de los llamados alfabéticos y es un canto de alabanza a Dios. Su inspiración literaria viene de otros salmos y era considerado por los judíos contemporáneos de Jesús como uno de los grandes poemas de alabanza a Yahvé compuestos por el Rey David. La realidad es que el salmista expresa, con maestría, su gozo ante esa gran realidad que es la grandeza y la ternura de Dios, Nuestro Padre y Padre de la toda la creación.
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 Pablo en la segunda lectura, sacada de la Carta los Filipenses, afirma lo mismo que el profeta Isaías, con esta hermosa declaración: "Para mí la vida es Cristo" ¿Podríamos decir nosotros, de verdad, que Cristo es lo único que cuenta en nuestra vida? Muchas veces, y aún a pesar nuestro, tenemos que reconocer que lo que cuenta en nuestras vida es todo lo demás, no Cristo. Iniciamos, hoy, la lectura de cuatro fragmentos sucesivos de esta epístola paulina.
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 En el evangelio de Mateo se nos ofrece el Reino, pero no como un salario, sino como un regalo que Dios ofrece a todos por amor. Al oírlo deberíamos preguntarnos: ¿quiero ir yo a trabajar a la viña del Señor? ¿Qué pienso de los que vienen detrás? ¿Cómo rindo en el trabajo que se me ha encomendado? ¿Lo hago bien, regular, mal? ¿Me hago el distraído para que trabajen los demás? Qué la Eucaristía de hoy nos ayude a responder a esas preguntas.
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Dios sí quiere que nuestros planes coincidan con sus planes, pero somos nosotros los que muchas veces hacemos esto imposible. Por nuestra inclinación al mal, por nuestro egoísmo, por nuestro materialismo, por no obedecer humildemente los planes de Dios, hacemos muchas veces imposible que los planes de Dios se cumplan en nuestras vidas. Los planes de Dios son siempre la justicia, el amor, la paz. Dios sí quiere que todos sus hijos puedan vivir dignamente y sean humana y cristianamente felices, pero somos nosotros, los humanos, los que, con nuestro egoísmo y maldad, creamos divisiones injustas y hacemos posible que, mientras a algunos les sobren muchas cosas superfluas, a otros les falten muchas cosas necesarias. También es verdad que los hombres, las personas humanas, somos limitados e imperfectos en nuestro entender y en nuestro obrar. Más de una vez los planes de Dios nos sorprenden y nos descolocan, porque no los entendemos. En estos casos, debemos aceptar con humildad y confianza en Dios los acontecimientos personales, familiares o sociales, que nos cuesta entender y explicar. ¿Por qué mueren tantos niños inocentes, por qué, como consecuencia de un terremoto o un huracán, sufren y mueren muchas personas buenas que siempre desearon cumplir la voluntad de Dios?, ¿por qué?, ¿por qué?... Humildad y confianza en Dios, a pesar de todo. Fijémonos ya concretamente en el evangelio de este domingo, según san Mateo.
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 El Reino de los cielos se parece a un propietario que salió a contratar jornaleros para su viña. El propietario de esta viña pagó lo mismo a los jornaleros que habían trabajado todo el día, que a los que habían trabajado menos horas. ¿Fue injusto este propietario? Según las costumbres de la época, según los planes de los hombres, sí, pero según los planes de Dios, no. ¿Por qué? Porque el propietario de la parábola, que se parece al Reino de los cielos, no se fijó en la cantidad de horas que habían trabajado unos u otros, sino en la misma voluntad de trabajar que habían tenido todos los jornaleros que habían ido a la plaza a buscar trabajo. Por qué habían contratado a unos antes que a otros no lo sabemos, pero, según la parábola, parece que todos habían ido a la plaza con la misma voluntad de trabajar. El propietario no hizo distinción entre jornaleros y jornaleros, entre los más fuertes, o los más ricos, o los más amigos, y los más débiles, o los más pobres, o los menos conocidos. Por supuesto, la frase final: los últimos serán los primeros y los primeros los últimos, tiene un significado histórico y teológico. Se refiere a que los judíos, que fueron los primeros llamados al Reino de Dios, serían los últimos en entrar en él, mientras que los paganos, que fueron los últimos llamados, serían los primeros. San Pablo explicará después esto mismo en muchas ocasiones.
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 Mis planes so son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos. El profeta Isaías contrapone directamente en este texto los planes de los malvados y criminales con los planes de Dios. Dios, mediante el profeta, pide a los malvados que se arrepientan de sus malas acciones, con la seguridad de que el Señor tendrá piedad de ellos y les perdonará. El perdón de Dios, les dice, es superior al pecado del ser humano. Aceptemos nosotros siempre la voluntad de Dios en nuestras vidas y, aunque algunas veces nos equivoquemos y pequemos, si sabemos pedir perdón Dios es seguro que nos perdonará. Ante Dios, la humildad y el amor tienen siempre la última palabra, porque el Señor está siempre cerca de los que le invocan, como nos dice el salmo 144.
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 Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir. Pero si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger. San Pablo, como sabemos, creía firmemente en la resurrección con Cristo, cuando Cristo volviera en la segunda y definitiva venida que él creía que iba a ser inmediata. Por eso, el morir para san Pablo era una ganancia porque dejaría de sufrir y se incorporaría para siempre a Cristo. Pero él también sabía que había sido el mismo Cristo el que le había dado la vocación de predicar el evangelio a los gentiles y, por tanto, su trabajo era fructífero. Si para él su vida es Cristo debe aceptar el vivir para los demás, por Cristo, aunque para esto tenga que sufrir en esta vida mortal Este mismo sentimiento lo han tenido también otros santos del cristianismo y podemos tenerlo también en algún momento nosotros, cuando la vida nos resulte demasiado dura y penosa. Lo importante es que todos nosotros hagamos en cada momento lo que Dios nos pide y dejemos después que sea el mismo Dios el que decida la hora de nuestra muerte y de nuestra unión definitiva y gloriosa con Cristo. Pidamos al Señor que nuestros planes coincidan siempre con sus planes.

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16 septiembre 2017

DOMINGO XXIV T. ORDINARIO A - 17 DE SEPTIEMBRE

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Estos domingos del Tiempo Ordinario están llenos de perdón y amor. El pasado, Jesús, nos hablaba de la corrección fraterna. Hoy es Pedro quien pregunta al Señor cuantas veces hay que perdonar. Su respuesta de "setenta veces siete" significa siempre y en todas las ocasiones. La "revolución" que trae Jesús al mundo de los judíos, de sus contemporáneos, es precisamente el amor y el perdón. Los hebreos consideraban servir al prójimo, pero lo eran solo los verdaderamente próximos, casi, casi los familiares. Ellos eran capaces de perdonar, pero tenía su ley del Talión, "el ojo por ojo y el diente por diente". Es verdad, no obstante, que aquello era como una limitación misericordiosa, porque en los tiempos del Antiguo Testamento, y fuera de los ámbitos del pueblo de Dios, la "justicia" suponía que cualquier ofensa debía ser castigada con la muerte. Y así el daño infringido en un diente o un ojo era razón suficiente para ajusticiar al agresor. La igualdad "de tamaño" entre la ofensa y el castigo era ya algo positivo. Pero Jesús rompe incluso esa ley de moderación para establecer el perdón total, el amor a los enemigos y la pasividad amorosa ante el ataque de los contrarios. Tenemos –dice— que poner la otra mejilla.

 Pero hay una condición obligada y fundamental para obtener el perdón. Nosotros mismos debemos que perdonar. Si no es así Dios no nos perdonará las ofensas propias. Está en el Padrenuestro, en la oración que, directamente, nos ha enseñado el Señor Jesús: "Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". El resto del relato del Evangelio nos habla del siervo malvado que tras recibir el perdón de su amo, es incapaz de perdonar muchísimo menos de lo que a él le deben. ¿No nos ocurre esto con frecuencia también a nosotros? Acudimos a Dios buscando el perdón ante nuestras faltas y, luego, somos capaces de escarnecer gravemente a nuestros hermanos ante faltas mucho menos graves, criticándolos o divulgando sus defectos, para que, al acusarlos de maldad, parezcamos nosotros más buenos. Asimismo, solemos poner dos medidas para ciertos pecados. Criticaremos con dureza a, tal vez, la mujer adúltera, pero luego robaremos el sueldo de los trabajadores a nuestro cargo. Esto no es una acusación nueva, "moderna". Ya la expresa el Apóstol Santiago en su Carta. En fin, para perdonar hay que estar limpios de cuerpo y alma. Hemos de haber reconocido nuestro pecado antes de condenar los defectos presuntamente mayores en los prójimos.

"¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" La clave está ahí. Hay una tendencia  personal en la que uno disculpa sus propias faltas y agrava las de sus semejantes. Desgraciadamente, la vida del hombre esta plena de este defecto. El fariseísmo no es otra cosa que eso mismo. La soberbia produce ese encumbramiento ajeno a cualquier culpa, mientras que esa soberbia afea con fiereza la valoración de otras faltas más pequeñas en las gentes de nuestro entorno. Y todo ello se debe a la falta de amor. El amor nos ayudará a entender y perdonar. Y sobre la base del perdón sincero nosotros vamos a ser capaces de mejorar. El efecto del perdón al prójimo puede tener un reflejo en el perdón sincero a nosotros mismos. Porque, sinceramente, ¿no hay otra clase de personas incapaces de perdonarse, enfadados consigo mismos, circulando por la vida en vertientes de miedo personal y que no invocan jamás la petición de perdón para ellos, ni a Dios, ni a sus semejantes? Desde luego que sí. En el ejercicio del perdón sincero, hay, desde luego, una práctica útil para mejorar nosotros mismos.
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 "Furor y cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas". El libro del Eclesiástico nos lo dice. El furor y la cólera son odiosos y los posee el pecador. Debemos hacernos son mucha seriedad la siguiente pregunta: ¿El pecado cambia a los hombres?, ¿agrava su comportamiento general? Pues, sí. La maldad trae una forma de ser. Igual, que la bondad y la mansedumbre produce otro estado de ánimo bien diferente. Si nosotros mismos, nos notamos coléricos e iracundos con frecuencia deberemos examinar nuestras conciencias. El inicio de un camino más cercano al Señor Jesús, y que discurre entre episodios de amor hacia los hermanos, produce una calma que antes no teníamos. El mal nos cambia, nos endurece. La advertencia del "viejo libro" del Eclesiástico nos da un consejo certero. Muchas veces, ni siquiera es necesario examinar nuestro interior, para saber que vamos mal. El comportamiento habitual nos va a dar razones suficientes como para enderezar el camino.
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El Magisterio de la Iglesia ha expresado muchas veces, en los últimos años, que el mundo está perdiendo la noción de pecado. Esto quiere decir que no somos capaces de analizar la tendencia al mal y el ejercicio permanente de acciones malvadas. Y, sin embargo, esa maldad va a influir en nuestras vidas, multiplicando nuestro alejamiento de la felicidad e impidiendo a la gente que está cercana a nosotros que vivan tranquilos. El pecado existe y nos influye. Y para librarnos de esa mala situación, lo primero que necesitamos es reconocer que somos pecadores. El alma humana sabe discernir entre el bien y el mal. Y, por tanto, encontrará motivos para sentirse mal, ante la maldad cometida; y bien, ante la bondad ejercida. La mejor escuela de bondad es la relación con los hermanos y los peores pecados están precisamente en lo que hagamos a nuestros prójimos, sin olvidar, naturalmente, que muchas veces somos capaces --por el pecado-- de hacernos mucho daño a nosotros mismos. No es este un argumento para meter miedo. Para nada. Es, simplemente, un camino para la búsqueda de la verdad, del amor y de la justicia.

San Pablo, en la liturgia dominical, da siempre el matiz necesario e imprescindible. ¿Cuál es la mejor arma para no pecar? Amar a Dios y estar en El. Entrar en Dios y saberse cosa suya. Pablo de Tarso nos dice hoy: "Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos". "En la vida y en la muerte somos del Señor". Vivir en El y estar en El. Pablo supo meter toda su persona en el Señor Jesús, olvidarse de sí mismo para ser campo de acción de Jesús. Y con ello consiguió acometer la labor evangelizadora más notable de la historia del cristianismo. Y lo hizo con su acción personal y viajera. Y con sus escritos. El legado doctrinal –e intelectual— de Pablo de Tarso es enorme y de resonancias fundamentales para la vida de la Iglesia. Tenemos que tender a estar en Cristo como lo estuvo –como lo está— Pablo. Y de esa forma nuestro talante será de paz, de felicidad, mientras que ayudamos a los demás, sirviéndoles. Es la ayuda permanente del Señor Jesús lo que nos saca del pecado, de la ira, de la violencia, del desamor. Meditemos en paz sobre todo esto que hemos escuchado hoy.

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La primera lectura, del Libro del Eclesiástico, nos muestra, que los resentimientos: el rencor, la ira, la violencia, llegan cuando olvidamos que nosotros también somos limitados, que estamos hechos del mismo barro que los otros. Y, si estas limitaciones no las tenemos en cuenta, difícilmente podremos reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás.

 El Salmo 102 era atribuido por los judíos a David y, para muchos, guarda una gran relación con el Salmo 50, el conocidísimo “Miserere”. Por un lado es canto de penitencia, pero por otro es expresión jubilosa de la misericordia del Señor. Para nosotros, hoy, la cuestión es la misma: hemos de reconocer la misericordia de Dios para con nosotros, durante todas las horas del día.

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 "Somos del Señor" nos dice la segunda lectura, en el breve párrafo de la Carta del apóstol San Pablo que proclamamos hoy. Y añade que si somos del Señor no podemos vivir para nosotros mismos sino para los demás.
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 El evangelio de Mateo nos comunica el mandato de Jesús en torno a que tenemos que limpiar esas zonas manchadas que anidan en nuestro corazón, sabiendo perdonar y preocupándonos del bien de los hermanos. Por ellos, hemos de ser portadores de paz y fraternidad. ¡Cuántas veces dejamos de perdonar, escudándonos en que no nos toca a nosotros dar el primer paso, olvidándonos de que el primer paso lo dio ya Cristo perdonándonos desde la cruz!
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