Resumiendo, un pequeño comentario de cada una de los mensajes de la Liturgia de hoy:
.- La primera lectura –del Libro de Deuteronomio-- nos muestra cómo el hombre, en los momentos cruciales de su historia, siempre busca a Dios. Y es un testimonio claro para decirnos que Dios siempre estuvo a su lado, en medio de las dificultades, para liberarlos y protegerlos.
Este salmo 91 es, precisamente, el que cita el demonio, en la tentación a Jesús en el desierto. Y lo sutil del tentador está en el Salmo 91 era el himno triunfal de los judíos a la confianza en el Señor. Formaba parte de las oraciones personales. Y por eso el Diablo intenta confundir al Señor invocando la confianza en Dios. Para nosotros nos puede servir también de oración personal invocando la confianza del Señor para que nos libre de las tentaciones.
San Pablo, en la segunda lectura que procede de la Carta a los Romanos nos dice que la fe es esencial en nuestra vida, para recordarnos que el Señor es el único Señor, y Él nunca nos defraudará.
El fragmento evangélico de hoy es de San Lucas y nos narra las tentaciones de Cristo en el desierto. Confirma este evangelio que las pruebas y tentaciones formarán siempre parte de nuestra vida; pero, si vivimos junto a Cristo, seremos capaces de vencerlas y saldremos liberados de ellas. Cristo supo vencer al Tentador. Y nosotros, junto con Jesús, también sacaremos el pecado de nuestra vida.
Este es el primer domingo del tiempo cuaresmal. El término cuaresma significa “cuadragésimo día”, es decir 40 días. Es el tiempo litúrgico destinado a la preparación espiritual para la fiesta de Pascua, marcado por signos de purificación y de conversión. Los cuarenta días tienen gran significación en toda la Sagrada Escritura, en el Antiguo Testamento la cifra cuarenta evoca directamente a Moisés, antes y después del becerro de oro. Pero también hay muchas otras cuarentenas en el antiguo testamento, lo son también los cuarenta días que duró el diluvio, y los cuarenta años de la marcha del pueblo de Israel por el desierto. Este tiempo transcurrirá durante cinco domingos, agregándole el domingo de ramos con el cual comienza la Semana Santa.
En este primer domingo la lectura es del evangelista San Lucas, el texto nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto. Antes de iniciar su misión, Cristo se enfrenta con el espíritu del mal y vence la tentación de salvar al mundo por medio de la riqueza y el poder. Su camino será el de la humillación y la pobreza. Y su gran triunfo, el de la cruz.
Dice la Palabra que Jesús antes del comienzo de su vida pública, estaba lleno del Espíritu Santo, y fue conducido mediante este mismo espíritu al desierto. En la Biblia, el “desierto” es con frecuencia el lugar de prueba, y se lo imaginaba poblado de animales salvajes. El desierto desde la antigüedad era un terreno asociado al demonio, ya que se caracteriza por ser una tierra desolada e inhumana. Pero a la vez por la experiencia de abandono que allí puede vivirse, se vuelve un lugar de proximidad y cercanía con Dios. Allí Jesús fue puesto a prueba por el demonio durante cuarenta días mediante tentaciones. Este relato recoge tres tentaciones a las cuales Jesús debió enfrentarse. En cada una de las tentaciones podemos descifrar que el diablo dice verdades a medias, desvía el sentido de sus palabras, y las saca de contexto. Lo que dice el demonio es cierto en un sentido, pero no en el buen sentido. Esta duplicidad puede conducir a la equivocación y a la confusión, esto mismo intentó hacer con Jesús.
La primera tentación es una invitación a Jesús para que a través de su poder convierta las piedras en pan, y de esta forma demostrar que verdaderamente es el Hijo de Dios. Esta es una tentación fuerte, en primer lugar recordemos que Jesús durante estos cuarenta días se privó de comer, y al cabo de estos días sintió mucha hambre. Jesús responde ante esta tentación y también ante las demás, citando las Escrituras: “No solo de pan vive el hombre” (Deuteronomio 8, 3). Con estas palabras Jesús supera la primera tentación, cumpliendo el plan que su Padre tenía preparado para Él. Jesús no redime con el alimento material, sino con el alimento espiritual que dura para siempre.
En la segunda tentación el demonio le muestra a Jesús desde un lugar elevado todos los reinos de la tierra, prometiéndole su poder sobre estos si se postra delante de él. El demonio tiene la intención de que Jesús doble sus rodillas ante él, que se haga un súbdito suyo. Lo que el demonio le promete a Jesús es justamente lo que Él ha venido a ser en el mundo: Príncipe. Pero el poder que el demonio le ofrece es limitado y corruptible, le ofrece un poder terrenal, mientras que por su misión como Mesías que corresponde todo poder en el cielo y en la tierra. Ante esta tentación Jesús responde: “Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”.
En la tercera tentación el demonio invita a Jesús a arrojarse al vacío desde la mayor altura del templo de Jerusalén, citando las escrituras para mostrar que ante el peligro nace la protección divina. Esta última tentación nos posibilita saber que el demonio conoce las escrituras, y de igual modo obra mal. El diablo de nuevo quiere incitar a Jesús a demostrar si Él es en realidad Hijo de Dios. El demonio apunta a que Jesús caiga en su vanidad. Le dice citando la escritura: “tírate que los ángeles te van a sostener”. Sería un “tu eres poderoso, eres el Hijo de Dios, sal volando y de paso van a creer en ti”. Pero Jesús sabe que ese no es el estilo de su Padre ni el suyo. Jesús fiel se mantiene en su lugar. Y le dice simplemente: “No pondrás a prueba al Señor, tu Dios”. Con estas palabras el diablo no tuvo otro recurso más que alejarse “hasta otra ocasión”.

Hoy, Jesús, «lleno de Espíritu Santo» (Lc 4,1), se adentra en el desierto, lejos de los hombres, para experimentar de forma inmediata y sensible su dependencia absoluta del Padre. Jesús se siente agredido por el hambre y este momento de desfallecimiento es aprovechado por el Maligno, que lo tienta con la intención de destruir el núcleo mismo de la identidad de Jesús como Hijo de Dios: su adhesión sustancial e incondicional al Padre. Con los ojos puestos en Cristo, vencedor del mal, los cristianos hoy nos sentimos estimulados a adentrarnos en el camino de la Cuaresma. Nos empuja a ello el deseo de autenticidad: ser plenamente aquello que somos, discípulos de Jesús y, con Él, hijos de Dios. Por esto queremos profundizar en nuestra adhesión honda a Jesucristo y a su programa de vida que es el Evangelio: «No sólo de pan vive el hombre» (Lc 4,4).
Como Jesús en el desierto, armados con la sabiduría de la Escritura, nos sentimos llamados a proclamar en nuestro mundo consumista que el hombre está diseñado a escala divina y que sólo puede colmar su hambre de felicidad cuando abre de par en par las puertas de su vida a Jesucristo Redentor del hombre. Esto comporta vencer multitud de tentaciones que quieren empequeñecer nuestra vocación humano-divina. Con el ejemplo y con la fuerza de Jesús tentado en el desierto, desenmascaremos las muchas mentiras sobre el hombre que nos son dichas sistemáticamente desde los medios de comunicación social y desde el medio ambiente pagano donde vivimos.
San Benito dedica el capítulo 49 de su Regla a “La observancia cuaresmal” y exhorta a «borrar en estos días santos las negligencias de otros tiempos, dándonos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia, a ofrecer a Dios alguna cosa por propia voluntad con el fin de dar gozo al Espíritu Santo y a esperar con deseo espiritual la Santa Pascua».
En la cuaresma, la oración, el ayuno y la limosna son unas prácticas muy recomendables. Es posible que los “modernos” vean con recelo estas “imposiciones”. Pero, de verdad, merece la pena analizarlo, incluso con una óptica más de hoy
--La oración es siempre la oración. Tendríamos, pues, que intensificarla. Pero, ciertamente, hay mucha gente reza pero no tiene ordenada la oración. ¿Qué quiere decir esto? Pues que si la oración es comunicarse con Dios tendremos que intentarlo. Abrirnos diariamente al dialogo con él. Contarle nuestras cosas. Hacer oración es rezar, meditar e, incluso, interrogar a Dios, con cariño, como un hijo pregunta a un padre.
--El ayuno. Echa un poco para atrás, ¿verdad? Y, sin embargo, está claro que el exceso de comida y bebida embota el entendimiento, el espíritu se adormece. Pero resulta un poco tabú, no se quiere admitir como “mandamiento”. Y sin embargo hay mucha gente que pasa mucha hambre para adelgazar y no se queja. Por otro lado, seguir las prescripciones del ayuno y la abstinencia que marca la Iglesia para la cuaresma es del todo sencillo. Ayuno y Abstinencia, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Abstinencia todos los viernes de Cuaresma. ¿Qué es el ayuno? Hacer una sola comida principal al día. Y la abstinencia no comer carne. Bueno, dicen que cada día se come menos carne por los actuales usos alimentarios. En España se consume mucho pescado… Si lo pensamos un poco resulta especialmente sencillo.
--La limosna. Los judíos decían que la limosna era el mejor medio para que Dios perdonara los pecados. Y yo creo que la limosna perdona las fuertes querencias que tenemos en nuestro interior en torno a la avaricia y al abuso económico sobre los demás. La solidaridad es hoy un componente importante en las sociedades modernas. Y se ayuda a mucha gente con necesidades. Pero hay en el sentido de la limosna –a muchos la palabra les parece ofensiva o vejatoria y no lo es—una realidad espiritual que no debemos de perder. Es como ayudar en la presencia de Dios. Hacer “cómplice” a Dios de nuestra generosidad con los hermanos. Los antiguos pobres decían eso de “Una limosnita, por Dios, que Dios os lo pagará…” La verdad es que todos tenemos muchas deudas con Dios, sobre todo de ingratitud y no estaría mal ir pagándole alguna.
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