La liturgia de hoy es digna de meditar, pues nos abre las puertas del mejor conocimiento de los planes de Dios, en los que Juan, el niño nacido milagrosamente, santificado en el seno materno por el mismo Hijo de Dios, asombro para sus padres y para todos los que les conocen, objeto de las primeras atenciones al nacer de las manos de la Virgen María, la llena de Gracia, la Madre del Cordero que quita el pecado del mundo, el joven que se irá al desierto buscando la compañía de Dios y la escucha sin interferencias de su Palabra, a la espera atenta de la señal para cumplir su misión de Precursor. Modelo de eremita y de contemplativo, hoy le recordamos con admiración.
La primera lectura del Profeta Isaías, en el capítulo 49, describe la misión de un hombre de Dios, como Juan elegido para cumplir la misión de ir delante del Mesías, preparando sus caminos...
El salmo 138, refleja la fuerza y ternura del amor y cuidado de Dios para todas sus criaturas, sentimos la gratuíta elección de Dios: "Dios nos ha elegido portentosamente"
La segunda lectura de San Pablo capítulo 13, Hechos de los Apóstoles, Asegura la estirpe davídica de Jesús y de la misión de precursor del Bautista.
El Evangelio de S. Lucas, nos narra el momento de poner el nombre de ese hijo del milagro, anunciado por un ángel. Es de resaltar que todo el Evangelio de San Lucas sobre la infancia del Señor y los hechos que le rodean, no son suyos, sólo nos los narra, es el verdadero Evangelio de la Virgen María, la única que pudo contar todos los detalles que aparecen en este Evangelio y que sólo Ella conocía y como dice el Evangelio: "lo guardaba todo en su corazón y lo meditaba". Ese tesoro que tenía siempre fresco y sin olvidar, nos lo regaló a través de la curiosidad de Lucas en estos acontecimientos sólo contados por él. La imposición del nombre representaba para el niño fijarle el camino y misión. La oración de Zacarías es recordada palabra por palabra sólo por la Virgen, que la reproduce para nosotros
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