Desde las consideración de esta definición llegamos a comprender que en el centro de toda acción litúrgica está Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, y su Misterio Pascual de Pasión, Muerte y Resurrección. En la celebración de la Liturgia no podemos pretender otra cosa que destacar esta realidad teológica. La Iglesia desde hace muchos siglos escogió para centrar la atención material y espiritual de los fieles la imagen de Cristo Crucificado.
Antes del Concilio se destacaba más la importante centralidad del crucifijo en la celebración litúrgica,pues tanto el sacerdote como los fieles se dirigían al Crucifijo que se encontraba en el centro del altar, ya sea por encima del Sagrario o en la pared o retablo. Eran tiempos en que todos se orientaban en su celebración hacia el Señor solamente. Con la costumbre de celebrar cara al pueblo, se pierde esta centralidad que la ocupa el sacerdote al hacer desaparecer del altar el crucifijo, como si le molestara que delante de él en el centro del altar y a la contemplación del pueblo, presidiera Cristo Crucificado, como explicitación de qué y quién es el que realmente celebra el Santo Sacrificio de la Misa. No podemos convertir al sacerdote en un animador o locutor más o menos reverente del gran misterio que celebra "in persona Christi", no en su propio nombre, de ahí que todo lo "creativo", personalista y a veces demasiado poco respetuoso con el Gran Misterio que Cristo quiere celebrar a través de él con todos los fieles. La persona con su propia identidad y cualidades tienen que estar puestas al servicio del Señor no eclipsarle como si se tratara de un presentador de un programa.

Insistimos: ¿Habéis visto las celebraciones en el Vaticano? En el Centro un gran crucifijo y a los dos lados los candelabros. ¿Cómo va a estorbar el Señor en su propia celebración? Por tanto concluimos: el crucifijo debe ocupar la centralidad que le corresponde y que nada ni nadie le puede usurpar. Los errores,las malas costumbres, hay que repararlos y volver a lo que se debe hacer y cómo se debe hacer, porque corremos el peligro de la herejía "antropocentrista" en que el hombre es el centro de todo y no el Señor: Sede del sacerdote en el centro y destacadísima, mientras hay que buscar dónde fue a parar el Sagrario y dónde hay un Crucifijo.
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