12 septiembre 2013

PUEDES SER CONTEMPLATIVO EN MEDIO DEL MUNDO II



En esta segunda parte queremos seguir animando a los que en sus búsquedas y caminos espirituales han descubierto que hay un camino que les atrae, pero que consideran no es posible debido a que su vocaciòn no es la vida contemplativa en un monasterio, sino que tienen el deseo de compatibilizarlo con su vocación de vivir en medio del mundo con actividades y profesiones constructivas del tejido social, pero que encuentras incompletas porque te falta realizar esa otra parte vocacional que no has podido encontrar. Como decía Benedicto XVI:l "hay dos libros que no podemos dejar de leer para llegar al conocimiento de Dios, la Biblia y la Naturaleza, en la que a gritos nos habla Dios de su amor, perfección y belleza.



Animado por el gran número de personas que encontramos en las visitas o en retiros o estancias en las hospederías monásticas, como en manifestaciones en la red interesadas en encontrar un camino "mixto", contemplación en medio del mundo, queremos confirmarles en su vocación y ayudarles a realizarla, porque será enriquecedora personalmente, pero también para todo su entorno y para el Cuerpo Místico de Cristo:
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Ser contemplativos es disfrutar de la mirada de Dios. Por eso, quien se sabe acompañado por Él a lo largo del día, ve con otros ojos las ocupaciones en que se empeña.


Quisiera que  nos persuadiésemos definitivamente de la necesidad de disponernos a ser almas contemplativas, en medio de la calle, del trabajo, con una conversación continua con nuestro Dios, que no debe decaer a lo largo del día. Si pretendemos seguir lealmente los pasos del Maestro, ése es el único camino.

Para quienes están  llamados por Dios a santificarse en medio del mundo, convertir el trabajo en oración y tener alma contemplativa, es el único camino, porque o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca..


En este texto consideraremos qué es la contemplación; en otras ocasiones nos detendremos en ahondar en la vida contemplativa en el trabajo y en las actividades de la vida ordinaria.

COMO EN NAZARET, COMO LOS PRIMEROS CRISTIANOS
El descubrimiento de Dios en lo ordinario de cada día, da al propio quehacer su valor último y su plenitud de sentido. La vida oculta de Jesús en Nazaret, los años intensos de trabajo y de oración, en los que Jesucristo llevó una vida corriente , divina y humana a la vez, muestran que la tarea profesional, la atención a la familia y las relaciones sociales no son obstáculo para orar siempre, sino ocasión y medio para una vida intensa de trato con Dios, hasta que llega un momento en el que es imposible establecer una diferencia entre trabajo y contemplación.

Por esta senda de la contemplación en la vida ordinaria, siguiendo las huellas del Maestro, discurrió la vida de los primeros cristianos: «cuando pasea, conversa, descansa, trabaja o lee, el creyente ora»], escribía un autor del siglo II. Años más tarde San Gregorio Magno monje benedictino y luego Papa, que nos legó la vida de San Benito,  atestigua, como un ideal hecho realidad en numerosos fieles, que «la gracia de la contemplación no se da sí a los grandes y no a los pequeños; sino que muchos grandes la reciben, y también muchos pequeños; y tanto entre los que viven retirados como entre las personas casadas. Luego, si no hay estado alguno entre los fieles que quede excluido de la gracia de la contemplación, el que guarda interiormente el corazón puede ser ilustrado con esa gracia».


El Magisterio de la Iglesia, ha recordado muchas veces esta doctrina, tan importante para quienes tienen la misión de llevar a Cristo a todas partes y transformar el mundo con el espíritu cristiano. «Las actividades diarias se presentan como un precioso medio de unión con Cristo, pudiendo convertirse en materia de santificación, terreno de ejercicio de las virtudes, diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transforma el trabajo y así resulta posible estar en contemplación de Dios, aun permaneciendo en las ocupaciones más variadas»

LA CONTEMPLACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS

Enseña el Catecismo que «la contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia "visión beatífica"». De esa contemplación plena de Dios, propia del Cielo, podemos tener un cierto anticipo en esta tierra, una incoación imperfecta] que, aunque sea de orden diverso a la visión, es ya una verdadera contemplación de Dios, así como la gracia, siendo de distinto orden que la gloria, es, no obstante, una verdadera participación en la naturaleza divina. Ahora vemos como en un espejo, oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de modo imperfecto, entonces conoceré como soy conocido], escribe San Pablo.

Esa contemplación de Dios como en un espejo, durante la vida presente, es posible gracias a las virtudes teologales: a la fe y a la esperanza vivas, informadas por la caridad. La fe, unida a la esperanza y vivificada por la caridad, «nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo»]


La contemplación es un conocimiento amoroso y gozoso de Dios y de sus designios manifestados en las criaturas, en la Revelación sobrenatural, y plenamente en la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo nuestro Señor. «Ciencia de amor», la llama San Juan de la Cruz. La contemplación es un claro conocimiento de la verdad, alcanzado no por un proceso de razonamiento sino por una intensa caridad[.

La oración mental es un diálogo con Dios. Me has escrito: "orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?" —¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: "¡tratarse!" En la vida espiritual, este trato con Dios tiende a simplificarse conforme aumenta el amor filial, lleno de confianza. Sucede entonces que, con frecuencia, ya no son necesarias las palabras para orar, ni las exteriores ni las interiores.Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira!. Por eso de los primeros pasos en la oración mental llamada meditación, que ha sido como un prólogo introductorio en un libro, pero que hay dejar atrás si queremos profundizar en la Amistad con Dios en la contemplación, pues ya sobran las "ayudas" como composición de lugar", que en esta etapa nos lleva más a distracciones de lo material y pasajero, sin llegar al ver y ser visto, escuchar y ser escuchado, a un diálogo sin intermediarios, preámbulos o figuras... Eso se llama Lectio Divina.

Esto es la contemplación, un modo de orar activo pero sin palabras, intenso y sereno, profundo y sencillo. Un don que Dios concede a quienes le buscan con sinceridad, ponen toda el alma en el cumplimiento de su Voluntad, con obras, y tratan de moverse en su presencia. Primero una jaculatoria, y luego otra, y otra..., hasta que parece insuficiente ese fervor, porque las palabras resultan pobres...: y se deja paso a la intimidad divina, en un mirar a Dios sin descanso y sin cansancio. Esto puede suceder, no sólo en los ratos dedicados expresamente a la oración, sino también mientras realizamos con la mayor perfección posible, dentro de nuestras equivocaciones y limitaciones, las tareas propias de nuestra condición y de nuestro oficio.

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