PRIMERA LECTURA:
Isaías 7, 10-14

SALMO RESPONSORIAL: Salmo 23 (Va a entrar el Rey de la Gloria)
SEGUNDA LECTURA:Romanos 1, 1-7

Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén


La Iglesia nos presenta para este cuarto domingo de Adviento un texto del evangelista Mateo, quien nos recuerda cómo es el proceso de cómo María quedó embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo y cómo José reaccionaba en su interior hasta la aparición del Angel. José recibe finalmente a María en un acto de obediencia ciega a Dios.
Debemos situarnos en la ley del Antiguo Testamento. En primer lugar María ya estaba desposada, es decir casada con José, porque se había firmado entre José y Joaquín (el padre de María), el acta matrimonial. Luego había que esperar un tiempo para preparar la gran fiesta, donde María era llevada en forma muy bella con su corona de novia hasta la casa de José, donde viviría. Pero había que prepararse, tener los animales engordados para la fiesta, el vino, y la comida, invitar a los familiares, y todo eso. Tal vez eran algunos meses de preparación. Pero María según la ley de Moisés, ya era “propiedad” de José, aunque no vivieran juntos porque esperaban la fiesta.
En este transcurso sucede la Anunciación del Ángel Gabriel y María es cubierta con el Espíritu Santo quedando embarazada y esperando a Jesús. María se va a visitar a Isabel.
Pero… cuando regresa… al ver José que estaba embarazada, sin saber de dónde provenía la criatura, podía hacer dos cosas según la ley de Moisés: Mandarla a apedrear o despedirla en secreto y no decir más nada. Como José era un hombre bueno y justo, no le pareció prudente mandar a matar a María bajo la lapidación. Entonces dice el texto que ya estaba listo y decidido para abandonarla en secreto.
Aquí, aparece nuevamente el Ángel en el sueño de José. No debe tener miedo de recibirla por esposa, porque la criatura es obra del Espíritu Santo. Es el Ángel el que le da el nombre a quien nacerá y dice que debe llamarse JESÚS (que significa YAHVEH SALVA), y le explica que su Hijo salvará al Pueblo de sus pecados.
Mateo culmina este relato con la relación de la profecía de Isaías, La virgen está embarazada y tendrá al hijo que será el EMMANUEL, que quiere decir DIOS CON NOSOTROS.
José, obediente al diálogo con el Ángel, supera el miedo, hizo lo que se le había dicho y recibió a María en su casa.
Reconstruimos el texto:
  • ¿Cómo comienza este texto? ¿de quién está hablando san Mateo?
  • ¿Qué ha sucedido con María?
  • ¿Cuál es la decisión que ha tomado José?
  • ¿Con quien se encuentra José? ¿Qué le dice?
  • ¿Cuál es el nombre que debe él como padre y custodio de Familia ponerle al Hijo de María? ¿Qué significa ese nombre?
  • ¿Qué hace después José?.
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
  1. La vida en relación con el Señor siempre nos habla de obediencia, aún cuando no entendamos.
  2. ¿Cómo es mi obediencia a los mandatos del Señor? ¿Soy verdaderamente obediente, o sólo tomo los que yo deseo, convirtiéndome en un cristiano a medias?
  3. ¿Cuáles son las cosas, obligaciones, que me pide el Señor que me cuesta más aceptar?
  4. ¿Suelo tomar la vía más fácil de salir de las obligaciones y tratar de irme de lo que me pide el Señor?
  5. ¿Le pido a Dios con frecuencia que me muestre su camino, que me muestre su voluntad sobre mí, para hacer el bien como Él me lo pide y no como yo lo interpreto?
  6. ¿Estoy abierto a que el Señor me pida cualquier cosa de mi vida?
  7. ¿Qué más podría hacer yo para ser un discípulo misionero?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor:
  • Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
  • Gracias porque nos invitas a no tener miedo a tus planes.
  • Gracias porque nos invitas a compartir tus sueños de evangelización.
Continuemos nuestra oración con las palabras del Papa Benedicto XVI en el Angelus del domingo IV de Adviento en 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Sólo un día separa a este cuarto domingo de Adviento de la santa Navidad. Mañana por la noche nos reuniremos para celebrar el gran misterio del amor, que nunca termina de sorprendernos. Dios se hizo Hijo del hombre para que nosotros nos convirtiéramos en hijos de Dios. Durante el Adviento, del corazón de la Iglesia se ha elevado con frecuencia una imploración: “Ven, Señor, a visitarnos con tu paz; tu presencia nos llenará de alegría”. La misión evangelizadora de la Iglesia es la respuesta al grito “¡Ven, Señor Jesús!”, que atraviesa toda la historia de la salvación y que sigue brotando de los labios de los creyentes. “¡Ven, Señor, a transformar nuestros corazones, para que en el mundo se difundan la justicia y la paz!”.
“..queremos… recordar a todos los cristianos —en una situación en la que con frecuencia ya no queda claro ni siquiera a muchos fieles la razón misma de la evangelización— que “acoger la buena nueva en la fe impulsa de por sí” a comunicar la salvación recibida como un don.
En efecto, “la Verdad que salva la vida —que se hizo carne en Jesús—, enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la libertad a comunicar lo que se ha recibido gratuitamente” . Ser alcanzados por la presencia de Dios, que viene a nosotros en Navidad, es un don inestimable, un don capaz de hacernos “vivir en el abrazo universal de los amigos de Dios” , en la “red de amistad con Cristo, que une el cielo y la tierra” , que orienta la libertad humana hacia su realización plena y que, si se vive en su verdad, florece “con un amor gratuito y enteramente solícito por el bien de todos los hombres” .
No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios. No hay nada que nos pueda eximir o dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la Navidad, que ya experimentamos anticipadamente, al llenarnos de esperanza, nos impulsa al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros.
La Virgen María, que no comunicó al mundo una idea, sino a Jesús mismo, el Verbo encarnado, es modelo incomparable de evangelización. Invoquémosla con confianza, para que la Iglesia anuncie también en nuestro tiempo a Cristo Salvador. Que cada cristiano y cada comunidad experimenten la alegría de compartir con los demás la buena nueva de que Dios “tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo unigénito para que el mundo se salve por medio de él” (Jn 3, 16-17). Este es el auténtico sentido de la Navidad, que debemos siempre redescubrir y vivir intensamente.