20 diciembre 2013

YA VIENE LA NAVIDAD: EL VERBO DE DIOS VIENE A NOSOTROS EN EL SILENCIO PROFUNDO PARA QUE SE LE ESCUCHE, PARA QUE SE LE RECIBA...

NAVIDAD ES AMOR:
Felicitémonos por el inmenso gozo que nos trae la venida salvadora de Jesucristo. Alegrémonos porque irrumpe en nuestra carne para divinizarla. Inabarcable misterio, ante el cual, la gran familia humana debería quedar muda de asombro, si no hubiera perdido, absorbida por una sociedad de consumo que la tiraniza, su capacidad de admiración, ante un Dios que se hace uno de nosotros y se nos entrega.
Navidad es ese gesto de amor; Navidad es un misterio de pobreza y sencillez; Navidad es una urgencia, un reclamo a pensar si, tal vez, nuestro amor es tan mezquino o tan superficial, que casi ni es amor. Porque amar es compartir, es plantearse el tremendo problema, no sólo de quienes pasan hambre en el Tercer Mundo, sino de aquellos que, más afines a nosotros en nuestra propia familia religiosa quizás, necesitan, de una manera o de otra, nuestra ayuda.
¿Quién no piensa, ante la realidad de un Dios hecho niño desvalido, en los más pobres, en los más solos, en los más tristes?... Hasta la fibra menos sensible de nuestro ser, se conmueve de lástima. Pero no basta; a veces, amar a todos es no amar, en concreto, a nadie. Y no podemos justificar nuestra conciencia cristiana con esta concepción universal y teórica del amor, ni siquiera concretando la caridad en una cesta de víveres que se da a un pobre cercano o en una limosna a Cáritas diocesana...
Navidad nos compromete muy seriamente a los profesionales del amor. Navidad debe levantar ampollas en el alma cada vez que, como contemplativos, nos planteemos el deber de la comunión de bienes. Navidad no podrá ser nunca felicidad –a pesar del mucho dinero que se gaste en felicitaciones– si el amor no es el máximo exponente de nuestra conciencia cristiana.
Que, como decía San Pablo a la comunidad de Tesalónica, «el Señor nos colme y nos haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos»..
Navidad y silencio
Hay un poema navideño que dice:
«Cuando venga
¡ay! yo no sé
con qué le envolveré yo

  con qué ... »
Cuando venga –cuando viene, que es siempre y allí donde encuentra capacidad de acogida– un cobijo de amor y silencio será su mejor envoltura.
Amor apasionado y profundo silencio, porque la pasión cobra hondura cuando logra cierta serenidad y necesita entonces soledad y aislamiento en torno al alma....
Silencio que no es represión forzada y carente de contenido, sino silencio que vale como condición de la presencia de Dios.
Las contemplativas sabemos que nuestro silencio no es cerrazón, sino apertura; que no debe causar ensimismamiento ni inquietud, sino sosiego y paz; que no es semillero de egoísmos, sino fuente de magnanimidades.
El silencio es la señal de que el contemplativo se mantiene en el amor: un ir diciendo a todos, sin palabras, que la Palabra se ha encarnado en nosotros; que Dios vive, oculto y misterioso, en su alma. Porque es en los grandes surcos del silencio donde brota esa capacidad de amar que compendia la vida teologal.
Hay silencios de muerte, pero el silencio es vida.  Pero la confusión y el constante alboroto en un mundo saturado de propaganda, crispado de disputas, de adulaciones y mentiras, están pidiendo a gritos ambientes silenciosos para poder escuchar, para entendemos de corazón, para amarnos un poco más...
El hombre  no puede recibir un mensaje espiritual mientras su mente y su corazón están esclavizados por el consumismo, la superficialidad, el ruido.....
El silencio es el descanso de la mente en la verdad: un descanso que no es reposo, sino ardiente tensión, suma actividad íntima en el amor. En el fondo, el amor al silencio sólo lo sienten quienes sienten respeto y amor a la palabra, y la transparencia de su palabra nos la garantiza la transparencia de su silencio.
Y he aquí que cuando reinaba un profundo silencio, la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.
Mensaje de alegría, de paz, de amor. ¿No garantizará la diafanidad del mensaje la hondura y diafanidad del silencio contemplativo que lo acoja y lo dé a los hombres de buena voluntad?
Desde estas humildes páginas para vosotros y para el mundo entero, los guardianes del Señor en la oración y el silencio, os deseamos de corazón, que recibáis al Mesías que viene, que os llene de su alegría, pureza, bendiciones, que enderece vuestros caminos y aclare vuestras metas y que sobre todo le escuchéis cuando os habla, que es: SIEMPRE.
FELIZ Y BIENAVENTURADA NAVIDAD, SED TESTIGOS DEL GRAN ACONTECIMIENTO: EL HIJO DE DIOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE, NACE DE UNA VIRGEN POR NUESTRO AMOR Y SALVACIÓN.

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