NAVIDAD ES AMOR:
  Felicitémonos por el inmenso gozo que nos trae la venida salvadora de   Jesucristo.  Alegrémonos porque irrumpe en nuestra carne para divinizarla.   Inabarcable misterio, ante el cual, la gran familia humana debería quedar muda   de asombro, si no hubiera perdido, absorbida por una sociedad de consumo que   la tiraniza, su capacidad de admiración, ante un Dios que se hace uno de   nosotros y se nos entrega.
Alegrémonos porque irrumpe en nuestra carne para divinizarla.   Inabarcable misterio, ante el cual, la gran familia humana debería quedar muda   de asombro, si no hubiera perdido, absorbida por una sociedad de consumo que   la tiraniza, su capacidad de admiración, ante un Dios que se hace uno de   nosotros y se nos entrega.
Navidad   es ese gesto de amor; Navidad es un misterio de pobreza y sencillez; Navidad   es una urgencia, un reclamo a pensar si, tal vez, nuestro amor es tan mezquino   o tan superficial, que casi ni es amor. Porque amar es compartir, es   plantearse el tremendo problema, no sólo de quienes pasan hambre en el Tercer   Mundo, sino de aquellos que, más afines a nosotros en nuestra propia familia   religiosa quizás, necesitan, de una manera o de otra, nuestra ayuda.    
¿Quién   no piensa, ante la realidad de un Dios hecho niño desvalido, en los más   pobres, en los más solos, en los más tristes?... Hasta la fibra menos sensible   de nuestro ser, se conmueve de lástima. Pero no basta; a veces, amar a todos   es no amar, en concreto, a nadie. Y no podemos justificar nuestra conciencia   cristiana con esta concepción universal y teórica del amor, ni siquiera   concretando la caridad en una cesta de víveres que se da a un pobre cercano o   en una limosna a Cáritas diocesana...
Navidad   nos compromete muy seriamente a los profesionales del amor. Navidad debe   levantar ampollas en el alma cada vez que, como contemplativos, nos planteemos   el deber de la comunión de bienes. Navidad no podrá ser nunca felicidad –a   pesar del mucho dinero que se gaste en felicitaciones– si el amor no es el   máximo exponente de nuestra conciencia cristiana. 
Que,   como decía San Pablo a la comunidad de Tesalónica, «el Señor nos colme y nos   haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os   amamos».. 
Navidad   y silencio
Hay un   poema navideño que dice: 
Cuando   venga –cuando viene, que es siempre y allí donde encuentra capacidad de   acogida– un cobijo de amor y silencio será su mejor envoltura.
Amor   apasionado y profundo silencio, porque la pasión cobra hondura cuando logra   cierta serenidad y necesita entonces soledad y aislamiento en torno al alma....   
  Silencio que no es represión forzada y carente de contenido, sino silencio que   vale como condición de la presencia de Dios. 
Las   contemplativas sabemos que nuestro silencio no es cerrazón, sino apertura; que   no debe causar ensimismamiento ni inquietud, sino sosiego y paz; que no es   semillero de egoísmos, sino fuente de magnanimidades. 
El   silencio es la señal de que el contemplativo se mantiene en el amor: un ir   diciendo a todos, sin palabras, que la Palabra se ha encarnado en nosotros; que   Dios vive, oculto y misterioso, en su alma. Porque es en los grandes surcos   del silencio donde brota esa capacidad de amar que compendia la vida teologal.
Hay   silencios de muerte, pero el silencio es vida.  Pero la confusión y el   constante alboroto en un mundo saturado de propaganda, crispado de disputas,   de adulaciones y mentiras, están pidiendo a gritos ambientes silenciosos para   poder escuchar, para entendemos de corazón, para amarnos un poco más...    
El   hombre  no puede recibir un mensaje espiritual mientras   su mente y su corazón están esclavizados por el consumismo, la superficialidad, el ruido..... 
El   silencio es el descanso de la mente en la verdad: un descanso que no es   reposo, sino ardiente tensión, suma actividad íntima en el amor. En el fondo,   el amor al silencio sólo lo sienten quienes sienten respeto y amor a la   palabra, y la transparencia de su palabra nos la garantiza la transparencia de   su silencio. 
Y he   aquí que cuando reinaba un profundo silencio, la Palabra se hizo carne, y   acampó entre nosotros. 
Mensaje   de alegría, de paz, de amor. ¿No garantizará la diafanidad del mensaje la   hondura y diafanidad del silencio contemplativo que lo acoja y lo dé a los   hombres de buena voluntad?
Desde estas humildes páginas para vosotros y para el mundo entero, los guardianes del Señor en la oración y el silencio, os deseamos de corazón, que recibáis al Mesías que viene, que os llene de su alegría, pureza, bendiciones, que enderece vuestros caminos y aclare vuestras metas y que sobre todo le escuchéis cuando os habla, que es: SIEMPRE.
FELIZ Y BIENAVENTURADA NAVIDAD, SED TESTIGOS DEL GRAN ACONTECIMIENTO: EL HIJO DE DIOS EN EL SILENCIO DE LA NOCHE, NACE DE UNA VIRGEN POR NUESTRO AMOR Y SALVACIÓN.
 
 
 
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