07 diciembre 2017

DOM INGO II DE ADVIENTO CICLO B 10 DE DICIEMBRE

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Todo tiene fin en esta vida, también los dolores y los sufrimientos. Jerusalén era como viuda llena de tristeza, afligida, enlutada. Fueron descuajados sus cimientos de gran ciudad asentada sobre el monte Sión, el monte de Dios donde se recostaba vestida de vistosos mármoles. Sus moradores han sido deportados lejos, allá junto a los ríos de Babilonia. Pero ya está todo para terminar. El profeta exulta de gozo y grita con voz urgente: "Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y de aflicción y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria perpetua, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo...".

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"Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia Oriente y contempla a tus hijos...". Por los anchos caminos de los aires, de los mares y las tierras siguen marchando los enviados de Dios, los misioneros de la verdad, del amor y de la paz, de la justicia. El Oriente, lejano y misterioso, se ha llenado una vez más con la abundante semilla de la palabra de Dios. Y Occidente, el viejo padre de la cultura y la ciencia se siente esperanzado en medio de las mil negras noticias que surcan las ondas del espacio... Y nosotros, los hijos de la nueva Jerusalén, la Iglesia de Cristo, queremos contribuir a esa siembra de esperanza con nuestra vida pequeña de siempre, pero grande y hermosa si la vivimos con fe, muy unidos a Cristo.
Un espectáculo grandioso: se han abierto nuevos caminos en la tierra. Dios ha intervenido y por medio de los montes las aguas han pasado. Para que Israel –también nosotros los cristianos- caminemos con seguridad, con paso decidido y firme, con la cabeza alta y el corazón lleno de canciones.
El trabajo, la lucha por la subsistencia, el afán de progreso y desarrollo, el angustioso pluriempleo, la absorbente familia, el juego azaroso y rudo de la política... Todo puede y debe servir para llegar a Dios. Él ha señalado la ruta, la ha marcado con su propio caminar, cruzando muchas veces durante treinta años ese itinerario humano que se ha hecho divino.
Guíanos, Señor, con tu luz y con tu fuerza. Para que sepamos descubrir el sentido extraordinario de nuestra vida ordinaria, el valor grande y divino de todo lo pequeño y humano.

 "En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea..." (Lc 3, 1) Todos los evangelistas nos transcriben los hechos ocurridos con fidelidad, sin faltar en lo más mínimo a la verdad. La historicidad de los Evangelios es una doctrina que siempre ha sostenido la Iglesia, a pesar de los ataques que a lo largo de los siglos se ha venido haciendo contra los textos sagrados. En el pasaje de este domingo tenemos una prueba suficientemente clara de esa preocupación por narrar los acontecimientos, tal como ocurrieron.

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Es cierto que los autores inspirados trataban ante todo de despertar la fe en sus lectores y oyentes, exhortarles para que creyesen en Jesucristo, mejorasen sus vidas y alcanzaran así la salvación. Por eso precisamente los primeros evangelizadores expusieron lo que ocurrió como testigos directos que sabían que era verdad cuanto contaban. Y cuando el que narra los hechos sobre la vida de Jesús no era un testigo presencial, como en el caso de san Lucas, trata de informarse cuidadosamente indagando y preguntando a los que vivieron con el Señor. En efecto, así nos lo dice con toda claridad el evangelista en el prólogo de su evangelio. Y así lo vemos en este pasaje que contemplamos, en el que da una serie de datos concernientes al tiempo preciso en que el Bautista comienza su predicación.
Los personajes que nombra, el emperador Tiberio, el gobernador de Judea Poncio Pilato, los tetrarcas o virreyes Herodes Antipas, Filipo o Felipe y Lisanias o Lisanio, son todos personajes que existieron y que fueron coetáneos a Jesucristo. De este modo, el hecho de la Redención se sitúa con exactitud en el tiempo, haciéndonos entender la veracidad histórica del Evangelio.
También el Bautista es un personaje que, lo mismo que los anteriores, está atestiguado por otros autores ajenos al cristianismo. Así Flavio Josefo nos refiere el ministerio del Precursor y la veneración de que fue objeto por parte del pueblo judío de entonces. Un dato más que nos ha de confirmar y fortalecer en nuestra fe acerca de cuanto nos narran los Evangelios. Al mismo tiempo, esas palabras que nos permiten conocer mejor a Jesucristo, han de despertar en nosotros un amor más profundo y comprometido, una fidelidad cada día más delicada en el cumplimiento de la voluntad divina.

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Eso es, en último término, lo que interesa: conocer mejor a Dios y amarle sinceramente con una entrega total y gozosa a sus planes de salvación. Recordemos que estamos en Adviento, con una actitud de espera activa que se esfuerza por tenerlo todo a punto para cuando llegue el Señor. Es tiempo de purificación en el que hemos de intensificar el espíritu de oración y penitencia. Supliquemos, por tanto, a Dios que nos envíe al que ha de venir y que abra de nuevo el cielo y descienda hasta nosotros el Salvador.

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