09 febrero 2019

DOMINGO V DEL T ORDINARIO C 10 DE FEBRERO



La primera lectura, del Libro de Isaías, tiene el estilo apocalíptico muy habitual en el Antiguo Testamento. Pero su fondo nos dice que el conocimiento y presencia de Dios en nuestra alma nos responsabiliza inmediatamente con la misión que el Señor encomienda a cada uno. Y debemos acometer nuestra tarea sin miedo a nuestra fragilidad o limitaciones propias.


El salmo 137 es un Himno de Acción de Gracias ya convertido en texto litúrgico en tiempos de Jesús. Viene agradecer la fuerza y los dones de Dios. Para nosotros su efecto y contenido es igual. Hemos de dar gracias a Dios continuamente por los favores recibidos.


Comenzamos hoy –en la segunda lectura— la enumeración de las respuestas que San Pablo da en su primera carta a los fieles de Corinto respecto a las preguntas sobre la resurrección. Su testimonio es muy válido para nosotros, porque está escrito cuando muchos de los testigos de la vida de Jesús estaban vivos. La referencia, pues, es directa. Como siempre Pablo de Tarso nos ayuda a entender mejor a Cristo y a nuestro cristianismo.


 Lo fundamental para nosotros, hoy, es que los apóstoles “lo dejaron todo para seguir a Jesús”. Y aun reconociendo como Pedro que eran pecadores no erraron en la dirección de su camino. Nuestros pecados tampoco pueden ser excusa para estar lejos de la misión que Jesús nos propone a todos y cada uno de nosotros, aquí y ahora. Nuestra vocación ha de llevarse por delante nuestros pecados y emprender el camino que nos lleva a la paz y al amor. Jesús nos lo pide y nos acompaña en nuestro camino.


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