Continuación y fin de la vida de San Benito anteriormente comenzada el día 4 de julio.El Abad oficia, sin duda, los días solemnes del
año litúrgico. Es el primer liturgo de la casa y bien se nota
que Benito tiene de Roma la confianza e incluso los
poderes sacerdotales, requeridos para ciertos actos, como
son la excomunión de unas beatas insolentes con su buen
capellán,
En el último decenio de su vivir terreno ve Benito
extinguirse algunos luceros de la Iglesia, amigos suyos: el
gran Cesáreo de Arlés, como él legislador monástico.
Luego el sabio abad de Vivario, Casiodoro, mentor de
reyes. Una estrellada noche ha contemplado subir a los
cielos, en globo, como de fuego, el alma santa de su buen
amigo el obispo de Capua, Germán. Pero más aún leafecta el vuelo de paloma al seno del Esposo de su
entrañable hermana, la virgen Escolástica, que ante Dios
todavía ha podido mas que el, consiguiendo una furiosa
tempestad para alargar unas horas la postrera despedida.
Todo esto le va despegando más y más de todo lo
transitorio y apegando a lo eterno, afligiéndole asimismo
la precaria situación de la patria y de la Iglesia, mal
dirigida por el papa Vigilio, a quien el clero romano tilda
de perjuro al credo de Calcedonia. Presiente además,
nuevas invasiones y saqueos, el incendio y destrucción de
su propio monasterio, salvas únicamente las vidas de sus
monjes, y todo junto abate al anciano y facilita su vuelo a
las altas esferas, donde se alaba a Dios y se le canta el
Aleluya sin cansancio.
Quizá las nieblas invernales impresionan también su
salud. Resiste la Cuaresma del 547, pero el Jueves Santo,
21 de marzo, asistiendo a los divinos misterios, siéntese
morir y quiere hacerlo de pie, como lo deseaba Vespasiano.
Efectivamente; el bravo atleta de Cristo, de pie, envía su
espíritu al Creador, nutrido del cuerpo y sangre de Cristo
y oleado, sostenido por sus hijos, que celebran entre
alegres y tristes el tránsito, la Pascua de su abad, que les
había enseñado a "desear con toda concupiscencia
espiritual la vida perdurable y con gozo, la santa Pascua".
Unos monjes, más favorecidos, contemplan su alma
voladora subiendo sobre alfombras y entre mágicas
luminarias, hasta posarse en el trono prometido a cuantos
lo dejaron todo por seguir a Cristo.
Y la luminosa estela que tras él queda en el mundo, no se
acaba de borrar. Benito, el Pater, Dux et Magister
Benedictus, como dice San Bernardo, apacienta todavía
con su doctrina, su vida, su intercesión, a cuantos se
cobijan entre los pliegues de su amplia cogulla


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