DE UNA ENORME PIEDRA LEVANTADA POR SU ORACIÓN
Un día, mientras estaban trabajando en la construcción de su propio monasterio, los monjes decidieron poner en el edificio una piedra que había en el centro del terreno. A1 no poderla remover dos o tres monjes a la vez, se les juntaron otros para ayudarlos, pero la piedra permaneció inamovible como si tuviera raíces en la tierra. Comprendieron entonces claramente que el antiguo enemigo en persona estaba sentado sobre ella, puesto que los brazos de tantos hombres no eran suficientes para removerla. Ante la dificultad, enviaron a llamar al hombre de Dios para que viniera y con su oración ahuyentara al enemigo, y así poder luego levantar la piedra. Vino enseguida, oró e impartió la bendición, y al punto pudieron levantar la piedra con tanta rapidez, como si nunca hubiera tenido peso alguno.
EL INCENDIO IMAGINARIO DE LA COCINA
Entonces los monjes empezaron a cavar allí la tierra delante del siervo de Dios, y ahondando más el hoyo encontraron un ídolo de bronce, que por el momento guardaron en la cocina. Pero de pronto, vieron salir fuego de la misma y creyendo que iba a quemarse todo el edificio, corrieron a apagar el fuego. Mas hicieron tanto ruido al arrojar el agua, que acudió también allí el hombre de Dios. Y al comprobar que aquel fuego existía sólo ante los ojos de sus monjes, pero no ante los suyos, inclinó la cabeza en actitud de oración. Y al punto, a los monjes, que vio que eran víctimas de la ilusión de un fuego ficticio, hizo volver a la visión real de las cosas, diciéndoles que hicieran caso omiso de aquellas llamas que había simulado el antiguo enemigo y que comprobaran cómo el edificio de la cocina estaba intacto.
CAPÍTULO XI
DEL MONJE JOVEN APLASTADO POR UNA PARED Y SANADO
Consternados todos y profundamente afligidos, no por el daño ocasionado a la pared, sino por el quebrantamiento del hermano, se apresuraron a anunciárselo al venerable Benito con gran llanto. El abad mandó que le trajeran al muchacho destrozado, cosa que no pudieron hacer sino envolviéndole en una manta, ya que las piedras de la pared le habían triturado no sólo las carnes sino hasta los huesos. El hombre de Dios ordenó enseguida que lo dejasen en su celda sobre el psiathium -es decir, sobre la estera-, donde él solía orar; y despidiendo a los monjes, cerró la puerta de la celda y se puso a orar con más intensidad que nunca. ¡Cosa admirable! Al punto se levantó curado aquel monje y tan sano como antes. Y el santo envió de nuevo a acabar la pared a aquel monje con cuya muerte el antiguo enemigo había creído insultar a Benito.
DE UNOS MONJES QUE TOMARON ALIMENTO CONTRA LO ESTABLECIDO POR LA REGLA
En esto empezó el hombre de Dios a tener también espíritu de profecía, prediciendo sucesos futuros y revelando a los presentes cosas que sucedían lejos. Era costumbre en el cenobio, que cuando los monjes salieran a hacer alguna diligencia, no comieran ni bebieran fuera del monasterio. Este punto de la observancia se guardaba escrupulosamente, según lo establecido por la Regla. Un día salieron unos monjes a cumplir cierto encargo, en el que estuvieron ocupados hasta muy tarde. Y como conocían a cierta piadosa mujer, entraron en su casa y tomaron alimento. Llegaron muy tarde al monasterio y, según la costumbre, pidieron la bendición al abad. Éste les interpeló al punto diciendo: "¿Dónde habéis comido?". En ninguna parte", respondieron ellos. Pero él les reprochó: "¿Por qué mentís de ese modo? ¿Acaso no entrasteis en casa de tal mujer y comisteis allí tal y tal cosa y bebisteis tantas veces?".
Cuando vieron que el venerable abad les iba refiriendo la hospitalidad de la mujer, la clase de manjares que habían comido y el número de veces que habían bebido, reconocieron todo lo que habían hecho, y temblando cayeron a sus pies y confesaron su culpa. Pero él al instante los perdonó, creyendo que en adelante no volverían a hacer semejante cosa, pues sabían que, aun ausente, les estaba presente en espíritu.

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