14 octubre 2017

LOS SANTOS NOTICIA DIARIA . SANTA TERESA DE JESÚS 15 DE OCTUBRE

Biografía

Nace en Ávila el 28 de Marzo de 1515, en la casa señorial de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada. Eran 10 los hermanos de Teresa y 2 los hermanastros, pues su padre tuvo dos hijos en un matrimonio anterior.



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Es bautizada el 4 de Abril del mismo año.
Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos y las gestas de caballería. A los 6 años  llegó a iniciar una fuga con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros, pero fue frustrada por su tío que los descubre aún a vista de las murallas.
Juegan entonces a ser ermitaños haciéndose una cabaña en el huerto de la casa.
Reina entonces en España un espíritu de aventura y conquista: parten guerreros a Flandes, conquistadores a América, y la literatura vive de este espíritu. En manos de Teresa caen algunos de estos libros y entonces ella sueña con ser una de las damas que se acicalan y perfuman para sus galanes ilustres. El coqueteo le gusta, pues encuentra además la complicidad de sus primas y la corteja un primo suyo.
Su madre muere en 1528 contando ella 13 años, y pide entonces a la Virgen que la adopte hija suya. Sin embargo sigue siendo “… enemiguísima de ser monja,” (Vida 2,8), y al ver su padre con malos ojos su relación con su primo, decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia, regido por agustinas, donde ella echará de menos a su primo pero se encontrará muy a gusto.
A medida que se hace mayor, la vocación religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque en lucha con el atractivo del mundo.
Su hermano Rodrigo parte a América, su hermana María al matrimonio y una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su vocación, ingresando, con la oposición de su padre, en 1535.
Dos años después, en 1537, sufre una dura enfermedad, que provoca que su padre la saque de la Encarnación para darle cuidados médicos, pero no mejora y llega a estar 4 días inconsciente, todo el mundo la da por muerta. Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación dos años despues en 1539, aunque tullida por las secuelas, tardará en valerse por sí misma alrededor de 3 años.
Muere su padre en 1544.
La vida conventual era entonces muy relajada con cerca de 200 monjas en el monasterio y gran libertad para salir y recibir visitantes. Teresa tenía un vago descontento con este régimen tan abierto, pero estaba muy cómoda en su amplia celda con bonitas vistas, y con la vida social que le permitían las salidas y las visitas en el locutorio.
En la cuaresma del año 1554, contando ella 39 años y 19 como religiosa llora ante un Cristo llagado pidiéndole fuerzas para no ofenderle. Desde este momento su oración mental se llena de visiones y estados sobrenaturales, aunque alternados siempre con periodos de sequedad.
Aunque recibe muchas visiones y experiencias místicas elevadas, es una visión muy viva y terrible del infierno la que le produce el anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y perfección, llevándola a la reforma del Carmelo y la primera fundación.
Esta primera fundación será una aventura burocrática y humana con muchos altibajos: su confesor aprueba un día y reprueba otro, el Provincial apoya con entusiasmo, para luego retirarse, y el Obispo que nunca había dudado de Santa Teresa, llegado el momento titubea. En un momento parece que todo fracasa y Teresa, siempre obediente, se retira a su celda sin nada poder hacer, aunque Doña Guiomar de Ulloa y el Padre Ibáñez logran de Roma la autorización.
Por obediencia parte entonces a Toledo varios meses, para consolar a la viuda Luisa de la Cerda. Esta distancia favorecerá los progresos del monasterio de San José de Ávila, que continúan con mayor discreción, a escondidas, a pesar de los rumores. Regresará para encontrarse con el breve del Papa.
Fundado el 24 de Agosto de 1562, encuentra una terrible hostilidad, proveniente de la Iglesia que ve ninguneada su autoridad, se alzan algunas voces pidiendo el derribo del nuevo convento, toda la ciudad está alborotada, y Teresa debe abandonarlo dejando a las cuatro novicias solas, para volver a su celda de La Encarnación. Sólo se podrá incorporar un año después de su fundación, dejando la celda amplia y las comodidades de La Encarnación por las estrecheces de San José de Ávila, pequeño y austero hasta el extremo.
Por mucho tiempo parece que la fundación de la nueva orden tendría sólo este monasterio, hasta que Teresa vuelve a llorar al saber que las necesidades de misiones en América son importantes. Escucha entonces en oración: “…Espera un poco hija, y verás grandes cosas.”, y poco después le llegan instrucciones y autorización para fundar más conventos.
Comienza aquí una intensa actividad de Santa Teresa que sólo termina con su muerte, en la que compaginará el gobierno de su orden, con las fundaciones de nuevos conventos y la redacción de sus libros, sin perder nunca el buen ánimo ni la esperanza, en la confianza de que no era su voluntad lo que estaba cumpliendo y que le llegarían los apoyos que necesitara, como así fue en todo momento.
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580),  Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte.
La fundación de Granada la hizo Ana de Jesús, aunque en vida de la Santa, por lo que no siempre aparece en las enumeraciones.
A  estos conventos hay que sumar el primero del Carmelo masculino que funda con San Juan de la Cruz en Duruelo (1567). Santa Teresa conoció a San Juan de la Cruz en Medina del Campo contando ella 52 años y él 24, y le convenció para unirse a la reforma, olvidando sus planes de retirarse a la cartuja de El Paular.
Regresando de la fundación de Burgos, hace parada en Medina del Campo, pero es requerida en Alba de Tormes por la Duquesa de Alba. Está enferma y agotada. Muere en brazos de Ana de San Bartolomé la noche del 4 de Octubre al 15 de Octubre de 1582 (y esto por coincidir con el cambio del calendario Juliano al Gregoriano).
Muere sin haber publicado ninguna de sus obras, sin haber logrado fundar en Madrid (a pesar de su ilusión), sin haber separado la orden de descalzos de la de calzados y con dudas sobre si sus monasterios se podrían mantener con el espíritu que ella infundió.

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Teresa escribió muy poco por iniciativa suya, muchas cartas, alguna poesía y anotaciones. Pero sus obras maestras son fruto de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte.
Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: “…  casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones”  (Vida 10,7)
La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o se alejaran en algún punto de la recta doctrina. Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance.
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Su vida es fiel reflejo de lo que avisaba a sus monjas: que las gracias recibidas en la oración son para darnos fuerza en servir a los demás. Aunque Teresa es conocida por lo elevado de las gracias místicas y visiones que recibe, su oración no la aparta del mundo, sino que hace que se entregue con especial fuerza y respaldo a las obras que le son encomendadas sufriendo en viajes, discusiones y continuas trabas, burlas y desplantes de sus contemporáneos.
Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970. La primera mujer de las tres actuales doctoras de la Iglesia. Las otras son Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza: Santa Teresita del Niño Jesús.
Libro de la Vida

El libro de la Vida es el primero que escribe santa Teresa de Jesús, el más espontáneo y fresco, fiel reflejo de su personalidad y su experiencia humana y sobrenatural.
Las Constituciones
Legislación para el ideal de la nueva forma de vida carmelitana. Teresa se sirvió de las Constituciones observadas en el monasterio de La Encarnación de Ávila, así como de legislación y costumbres de otras órdenes religiosas y consejos de otras personas entendidas.

Organizó la nueva vida con una decisiva orientación contemplativa centrada en la oración, contacto sostenido con la soledad de la clausura estricta, el silencio, la pobreza, la penitencia, el trabajo manual, la abstinencia de carnes y las alegres recreaciones. Santa Teresa no admitió al principio más que a trece religiosas, pero más tarde, en los conventos que no vivían sólo de limosnas sino que poseían rentas, aceptó que hubiese veintiuna.
Describe el régimen interno del convento, con horarios, sanciones, normas de vida, etc. Dando buena idea de su rigor:
En verano se levanten a las cinco, y estén hasta las seis en oración. En el invierno se levanten a las seis, y estén hasta las siete en oración.”
No puede hablar una hermana con otra sin licencia, si no fueren las que tienen los oficios en cosas necesarias.
Todo el tiempo que no anduvieren con la comunidad, o en oficios de ella, se esté cada una por sí, en las celdas o ermitas…
 Hase de vivir de limosna siempre, sin ninguna renta y, mientras se pudiere sufrir, no haya demanda. Mucha sea la necesidad que les haga traer demanda, …. Se refiere la renta a ingresos regulares asegurados. San José de Ávila se fundó sin renta, pero en poblaciones menores de pocos habitantes y de carácter rural la santa fundó conventos con renta. Demanda se refiere a pedir limosna ellas o alguien en su nombre.
En ninguna manera posean las hermanas cosa en particular ni se les consienta, ni para el comer, ni para el vestir… sino que sea todo en común… Y por esto tenga mucho cuidado la priora en que, cuando viere alguna hermana aficionada a alguna cosa, ahora sea libro o celda o cualquiera otra cosa, de quitárselo.
Hase de ayunar desde la Exaltación de la Cruz, que es en Septiembre, desde el mismo día, hasta Pascua de Resurrección, excepto los domingos. No se ha de comer carne perpetuamente.”
Las camas sin ningún colchón, sino con jergones de paja: que probado está por personas flacas y no sanas que se puede pasar… jamás haya alfombra, si no fuere para la iglesia
En vestido y cama jamás haya cosa de color, aunque sea cosa tan poca como una faja…Han de tener cortado el cabello, por no gastar tiempo en peinarle. Jamás ha de haber espejo, ni cosa curiosa, sino todo descuido de sí.
En el locutorio: “A nadie se vea sin velo, si no fuere padre o madre o hermanos… Téngase gran cuenta en hablar con los de fuera… véanlos  muy pocas veces, y éstas concluyan pronto.
No se haga más con la priora y antiguas que con las demás.”
“Ninguna hermana hable en si se da mucho o poco de comer, bien o mal guisado.
Las enfermas sean curadas con todo amor y regalo y piedad, conforme a nuestra pobreza…”.
También da normas para elegir novicias: “... que no sean menos de 17 años… Cuando se tomare alguna, siempre sea con parecer de la mayor parte del convento; y cuando hagan profesión lo mismo.
Por último establece las correcciones para la culpa: “ … leve, …media, …grave, … más grave, … gravísima”.

Camino de Perfección

Camino de Perfección

Se trata de una guía de espiritualidad formalmente dirigido a las monjas del monasterio de San José de Ávila, pero que su autora, consciente o inconscientemente, acaba dirigiendo a toda congregación religiosa e incluso a seglares, dado que el momento de reformas y cismas que se viven, le hacen querer extender sus consejos a todos los cristianos.

Al igual que sucede con el Libro de la Vida, escribe esta obra dos veces, pero en esta ocasión sí disponemos de los dos autógrafos, conocidos como el autógrafo de El Escorial y el de Valladolid, por el lugar donde se conservan, pues ambos fueron escritos en San José de Ávila en 1566 y 1567.
La primera redacción (El Escorial) es más espontánea y libre, con muchas expresiones familiares, al pensar la autora que no saldría de su monasterio. La segunda (Valladolid) ya parece pensada para su publicación y es más completa, aumentada y corregida.
Como con otros libros (Vida o Fundaciones) no pone un título inicialmente, ni se publica hasta después de su muerte. Camino de Perfección es el primero en publicarse, un año después de su muerte en 1583.
También coincide en su introducción en verse importunada para escribirlo, por obediencia.
Nos habla en este libro de la reforma recién emprendida, del amor, desasimiento y humildad como bases de la vida comunitaria, del peligro de la honra: “… no hay tóxico que mate, como estas cosas, la perfección.” (Camino de Perfección 12,7)
También nos habla de la oración con unos avisos significativos para perseverar con humildad frente a Dios sin exigir o buscar experiencias sobrenaturales: “…importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo está más alto…” (Camino de Perfección 27,2).
O dicho de otra forma: “El verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor” (Camino de Perfección 15, 2).
Gran parte de la obra es una meditación sobre el Padre Nuestro como oración vocal más importante, con puntos de gran profundidad en su análisis.


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Las Moradas o Castillo Interior

Una nueva petición  de sus monjas y superiores vuelve a importunar a la santa para escribir un tratado de oración, que realiza en 1577, comenzando con su tradicional queja por el esfuerzo que le supone. A su vida de oración en el convento se sumaban las labores de dirección y nuevas fundaciones y debía sacar tiempo de donde no lo tenía para escribir con una pluma y la débil luz de una vela, en muchas ocasiones robándole tiempo al sueño.
Comienza con una metáfora que explica sus dos títulos: “.… considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma… la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que como sea oración, ha de ser con consideración; porque no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide y a quien, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios…”
Desgrana la oración en 7 moradas (frente a las cuatro etapas que comenta en el Libro de la Vida).
Después de describir con detalle cada grado de oración y los efectos que dejan en el alma con refuerzo de virtudes, y  lo que podemos hacer de nuestra parte para que el Señor quiera darnos las gracias místicas hay dos importantes conclusiones.
La primera es que estas gracias: “… no piense alguna que es sólo para regalar estas almas, que sería grande yerro; porque no puede su Majestad hacernos mayor regalo que es darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado; así tengo yo por cierto que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza – como aquí he dicho alguna vez – para poderle imitar en el mucho padecer. Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos…” (Moradas 4,4 y 4,5).
O dicho más resumido, los favores y gracias místicas: “…procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir.”  Moradas (4,12)
La segunda habla de la prevención a los que pretenden ser muy espirituales: “… poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Señor, prometiendo y proponiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.” (Moradas 4,7)
Y esta otra advertencia, aún más dura: “… ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la  †, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo… así es que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya…”.(Moradas 4,8)
También encontramos este texto genial y revelador: “…que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer. ¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben” (Moradas 4,12)


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Nace este Libro, como el Libro de la Vida, de la obediencia impuesta a Santa Teresa. Esta vez para que relate su hazaña de reforma del Carmelo y fundación de varios monasterios por toda España.

Lo escribe entre 1573 y 1582, con muchos períodos de inactividad. Comienza a sus 58 años y concluye meses antes de su muerte a los 67. Es pues una obra de su madurez, en la que acepta de mala gana su papel de cronista, tornándolo por el de directora espiritual en gran parte de su redacción.
Se mezclan en este libro su sabiduría espiritual con la historia de la época, las rencillas de la Iglesia y los negocios mercantiles que supone cada fundación.
Comienza quejándose de tener que escribirlo: “Por experiencia he visto… el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia…” y continúa explicando quien se lo pide: “el maestro Ripalda, habiendo visto este libro de la primera fundación, le pareció sería servicio de nuestro Señor que escribiese de otros siete monasterios que, después acá,… se han fundado,  junto con el principio de los monasterios de los padres descalzos.”
Explica que, aunque no se consideraba capaz de escribir una nueva obra: “…me dijo El Señor: Hija, la obediencia da fuerzas.”.
Teresa agradece continuamente las ayudas pero silencia los nombres de quienes pusieron dificultades, lo advierte así: “… Por tener yo poca memoria, creo que se dejarán de decir muchas cosas importantes, y otras, que se pudieran excusar, se dirán”.
Tras cinco años en el primer convento fundado: San José de Ávila, años de vida conventual ajustada al régimen primitivo, recibe la visita del P. Maldonado trayéndole noticias de la inmensa labor misionera que se requiere en América, lo que apena a la Santa, que en oración escucha: “…Espera un poco hija, y verás grandes cosas.”.
Y efectivamente poco tiempo después recibe la visita del padre general de Roma con:”…cumplidas patentes para se hiciesen más monasterios, con censuras para que ningún provincial me pudiese ir a la mano.”
Y es así como Teresa se hace a los caminos y nos cuenta lo que en ellos encuentra; sol abrasador, frio y barro, gente de bien que la ayudan y traidores que desdicen lo prometido. En Medina del Campo se produce el encuentro con San Juan de la Cruz, que, buscando mayor soledad y austeridad planeaba el ingreso en la cartuja de El Paular, cuando en 1567 se encuentra con Teresa y le convence de ayudarle en la reforma fundando el primer monasterio de la orden de los descalzos: Duruelo, Ávila. Contaba ella 52 años y 24 él.
Teresa nunca pierde el ánimo. En un viaje en el duro invierno a Burgos, pasando frío y sufriendo la lluvia y el barro de los caminos, se encuentra con una hostilidad inesperada para fundar. Corría el año 1580, tenía por tanto 65 años y acababa de pasar un mal viaje, no de horas, como los de ahora, sino de días. Su relato se vuelve entonces oración, como tantas veces: “¡Oh Señor mío, qué cierto es a quien os hace algún servicio pagar luego con un gran trabajo!, ¡Y qué precio tan precioso para los que de veras os aman, si luego se nos diese a entender su valor!” (Fundaciones 31,22).

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Santa Teresa escribe poesías sólo ocasionalmente. Lo hace inspirada en poemas y rimas pastoriles y literarios que aprendió en su juventud cuando también leía libros de caballerías. Muchos de ellos los compone durante los largos viajes a las fundaciones, en los carromatos en que se desplazaban, para animar las largas y monótonas horas.
Las compuso para alegrar la vida de los conventos, pues le gustaba ver a las hermanas contentas.
No se dio mucha importancia estos cortos textos, por lo que deben haberse perdido la mitad de ellos.
Reproducimos algunas de sus poesías más inspiradoras:
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia,
 todo lo alcanza,
Quien a Dios tiene,
 nada le falta.
Sólo Dios basta.

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Vivo sin vivir en mí,
Y tan alta vida espero,
Que muero porque no muero.

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En la cruz está la vida,
 y el consuelo,
y ella sola es el camino,
para el cielo.

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Vuestra soy, para vos nací:
¿qué mandáis hacer de mi?

Soberana Majestad,
eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía;
Dios, Alteza, un Ser, Bondad:
la gran vileza mirad,
que hoy os canta amor así:
¿qué mandáis hacer de mi?

Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra pues que me llamastes.
vuestra, porque me esperastes,
vuestra pues no me perdí,
¿qué mandáis hacer de mi?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
veisme aquí, mi dulce amor,
amor dulce veisme aquí:
¿qué mandáis hacer de mi?

Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma;
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición.
Dulce esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí,
¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme muerte, dadme vida;
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mi?

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